martes, 13 de octubre de 2009

martes, 6 de octubre de 2009

DOS NIÑOS BORDEANDO UN LAGO

En los altavoces suena repetida hasta el cansancio una canción de Los Iracundos"te llamé, porque hace un año, que no hablamos..." y los niños se lanzan arena y risas., ajenos al mundo. Tienen ocho años cada uno y el sol es una promesa y no un látigo para sus espaldas llenas de gotas y arenitas. Corren, bordeando el lago, en la frontera entre el agua y la sed, entre la playa y el agua. El lago de Izabal es un pequeño mar de agua dulce, con olas y arenas candentes y con una playa sin sal, desde donde no se mira la otra orilla.
Los niños arden por dentro, contaminados con un fueguito azul, que no saben nombrar. Las almas, pequeñitas como luciérnagas, ni parceladas, ni vendidas; los ojos asombrados el uno de su reflejo en el otro. El se atreve, audaz, y la toma de la mano. Ella no dice nada y sigue corriendo, a su lado. Él enrojece por su atrevimiento, y la suelta. Nunca las bocas compartirán alientos, nunca un abrazo cruzará la frontera de humedad, porque aún su hora no ha llegado. Ella le dice mirándolo a los ojos con intensidad:

-¿Y por fin, te vas a decidir?

Yo me quedo sin mover un músculo, esperando la secuela de esta frase, extraña a los ocho años de edad. Él ha enrojecido como un tomate a término y rígidos los músculos, baja la mirada. Ella lo remata con otra frase, mientras la arena dorada cae como bendición de su cuerpecito de ángel en capullo.

-¿Me vas a tratar de tú, o me vas a seguir tratando de usted?

Me los llevo en una foto, para revisarla detenidamente en casa, esperando descubir en ella y recuperar para mi, si posible, la mirada del asombro.

domingo, 4 de octubre de 2009

EDIFICIOS NEGROS

El cortejo de damas de compañía bajaba al salón principal bajo un pesado manto de silencio y desolación, igual al que se le había impuesto a toda la población, aquella tarde soleada del 9 de septiembre de 1541, en que fue nombrada gobernadora de Guatemala la Sinventura Doña Beatriz de Alvarado. Pedro, su esposo, conquistador de las tierras de Guatemala y su gobernador hasta días antes, había perdido su buena estrella y la muerte, que tantos indios había liquidado encaramada a la grupa de su caballo se le había puesto enfrente en la batalla de Nochiztlán, para convertir en viuda a Doña Beatriz.
-Id y pintad del más negro aceite todo palacio y no dejéis en la ciudad vestigio de granates ni azures, que lo que Doña Beatriz llore, hasta las ventanas lo lloren en su auxilio.
Desolada, había mandado a pintar de negro el edificio, los aposentos, y las principales casas de Santiago de los Caballeros de Guatemala, para imponer a todos la espesura lúgubre de la tristeza en que agonizaba su viudez. Varios días, las lluvias desparramaron como lagrimones, los restos de pintura por entre los cantos rodados de las calles, y se metieron por las cerraduras en las casas de los nobles y en su vista, rodeada de negritud y noche. Las casas de los indios siguieron como si tal, llenas de noche como estaban desde el asombro del primer arcabuz y el primer caballo vistos, rojo el corazón por la muerte del tirano.
Cuarenta días dicen que duró el Jesús que Alvarado había traído, sin comer, en el desierto, luchando contra el demonio. Cuarenta nomás, pensaban los indios, acémilas de dos patas del barbado, milagrosamente sobrevividos del hambre, muchas veces cuarenta días con sus noches y sus latigazos por raciones de a cientos. La mancha negra, lo cierto, es que se tomó las raíces en las milpas y todo el maíz se volvió negro, el cristo pálido de Catedral, negro se volvió y la corriente bajada del Volcán de Agua, no solo que se hizo negra, sino que además empezó a volverse cuesta arriba, sin saber que aquello era contra natura y cuestión de diablos.
Cuarenta horas nomás duró Doña Beatriz en el trono, pero no las sintió volar, de tanta lágrima que había agotado hasta el aliento de las campanas. Triste, cegada por la pena y la traición de la muerte enamorada, antes aliada y ahora amante en la ceniza postrera del cruel Don Pedro. Dicen algunos que el volcán, saturadas sus vísceras de negritud, no pudo contener más oscuridad y devolvió a la tierra magma y fuego amarillo y rojo, de la mixtura de su entraña, para quitarle el luto a los demonios de a caballo y devolverle el color a los hombres de maíz.
Así la encontré yo, a Ciudad Vieja, sepultada más de cuatro metros bajo el lahar ya olvidado. pero repletas las paredes y las plazas de colores y brillos. Solo Doña Beatriz, de negro profundo hasta sus tuétanos, enterrada viva en su aposento de linaza y negro de humo, aun llorando lagrimones negros por el amor sin regreso, indiferente ante el llamado viejo de la muerte. Los hombres de maíz, tomando atole dulce y bailando con sombreros con mujeres de maíz y atole y granate y azures, también bajo el ala del sombrero. Y el corazón, que no entiende lo que de historia entiende la cabeza, con ganas de bailar por el fuego, y por el oro y grana que con que el volcán devolvió los colores a esta tarde de octubre, y el mismo corazón ahora sombrío y con ganas de pintarlo todo de negro, no por el maldito Don Pedro, -el demonio lo tenga esclavo-, sino por Doña Beatriz, a quien en el valle de Almolonga, yo, venido de tan lejos, soy el único que la oye llorar el amor que no regresa.

viernes, 2 de octubre de 2009

DOS LADOS TIENE UN ESPEJO

Salir al a calle en San Salvador parece, según se percibe, una aventura mayor aún que caminar solo por la capital guatemalteca. La Mara Salvatrucha y la M18 son los nuevos amos del asfalto y el cemento. Desde la prisión, sus líderes han convocado a golpear los barrios de clase media alta con secuestros express, robos de autos y asesinatos. A la Mara no se ingresa, se brinca. De la Mara no se sale, uno simplemente se tranquiliza. Esto significa que uno se ha convertido en siervo de Jesús, sin haber dejado la Mara. Uno va al culto, aplaude, llora, reza, cae postrado de rodillas, pero si se es convocado a un asesinato por el líder de la Mara, se debe cumplir con el compromiso de sangre. A la Mara, si se es hombre, se brinca recibiendo una golpiza por parte de los demás colegas. Si se es mujer, se hace el trencito, que implica tener sexo con todos los miembros del colectivo marero, en una sola jam sesion.
Salir a la calle es una aventura para dementes o alucinados. Se sale, desde los barrios altos, en auto propio solo a los malls o a sitios cerrados, de los mismos barrios altos. Si uno decide, como Armando y yo, salir al centro, se llama un taxi. Armando lo hace por los dos:
-Por favor, un taxi para el Alcázar- lo dice en su mejor acento cubano- pero sin ninguna identificación de taxi
Le pregunto el porqué.
-Porque si tu tomas un taxi significa que tienes dinero, entonces te bajan del taxi y te asaltan y probablemente te matan.
Subimos al Sentra blanco, el hombre de piel cetrina y de mirada fría nos saluda con amabilidad profesional, pero con enorme distancia.
Llegamos a la interesección del Blvd. Arnulfo Romero y la 2a. Oriente. La catedral de dimensiones colosales se presenta como una montaña en medio de una centro urbano descuidado, tomado por el óxido y el abandono. Ascendiendo por la escalera atrial del templo, en el que no se puede -ni se debe-tomar fotos, evoco imágenes de la premiada "Salvador" de Oliver Stone y del "Romero" protagonizada por el inolvidable Raul Julia. Un escalofrío me recorre el espinazo, mientras me acerco al magnífico altar donde cayó asesinado el mártir, bajo las balas de los escuadrones de la muerte, que luego alimentaron las bases del partido ARENA. Armando me hace una seña y me paro disimuladamente, entre su celular con cámara y el presbiterio. En el preciso momento en que suena el clic, alzo a ver la enorme cúpula y pido al alguien o a algo allá en lo alto, por el alma del querido Monseñor. El portero que barre cerca de los muros del retablo pictórico nos mira con sospecha.
Al salir, miro las estampas con la imagen de Romero y los libros, mientras Armando me comenta:
-El del taxi estuvo veinte años en el ejército, por eso es que yo no le doy mucho carrete sobre algunos temas.
Por supuesto, yo si que decido hacerlo hablar y empiezo por hacerle a Armando un comentario inocuo, casi aséptico, a manera de jalalenguas para el conductor.
-¿Alguna vez la guerrilla estuvo combatiendo en San Salvador?
El taxista irrumpe en la conversación y se suelta a decir:
- Dos veces: En la ofensiva del 81 y en lo que ellos llamaron la Ofensiva Final en el 90. Fíjese que atacaron en todo el país al mismo tiempo. ¡Cómo costó sacarlos de la capital! Estaban en las casas, se ponían la ropa de los dueños para confundirse, se subían a los edificios y desde ahí disparaban a la policía y al ejército con silenciadores. Los helicópteros va y va de volar, pero no los veían porque no estaban en las terrazas, sino en las ventanas. Já. Fue jodido...
Le pregunto si combatió.
- Primero en la policía, un año, luego en el ejército. Nos mandaban un año al frente, aunque fuera para dirigir el tránsito luego. A mi me mataron un hijo, de cinco años.
La edad de mi nena pequeña, me digo y no puedo menos que conmoverme, aunque mi corazón esté, como debe de estar, a la izquierda.
- Fíjese que un amigo mío era experto en bombas, sabía como hacerlas de todo tipo y tamaño y estaba en la fuerza. A el, alguien lo denunció como guerrillero, y los mismos soldados, sin investigar, se fueron para su casa y mataron a toda la familia, siendo que eran compañeros de él. Cuando el hombre vio aquella matazón, se volvió al cuartel. Puso una bomba en el casino, otra en la gasolinera del cuartel, otra en la puerta por donde pasaba el general. A las mismita hora, activó todas las bombas y voló todo aquello. En ese instante se fue del cuartel, directito para el monte con los combatientes, y ya no volvió a saberse de él.
Me cuenta también que tuvo amigos que se fueron al monte, y ahora mismo hay en la empresa de taxis, un exguerrillero y dos ex militares, y todos se llevan bien.
- Pasa el tiempo y uno ya ni se acuerda, eso ya quedó en el pasado.
Armando le da las indicaciones para ir al Museo de la Memoria Histórica. Llegamos luego de un par de preguntas en la calle. Entramos y en el mostrador que nos recibe una muchacha conversa con un hombre de mi edad. Ella le está contando una anécdota del conflicto, y nos dice
- Este mes es gratis el ingreso
- Genial- digo yo con acento ajeno
- Ah, pero si son extranjeros les cuesta un dólar
- Yo como Serrat, no me siento extranjero en ningún lugar- digo- donde haya lumbre y vino tengo mi hogaaaar- canturreo, mientras los cuatro nos reimos.
- Ah, pero eso no cuenta, me responde, a la vez que su compañero me pregunta de donde soy.
- De Ecuador- le digo, como buscando complicidad
- Ah, ¿pero sos de Correa, o de la contra?
- Mira, si fuera de la contra, no estaría aquí sino en el mall- le digo y nos volvemos a reir todos.
El museo tiene una exposición temporal de Salarrué, que se convierte en un hallazgo literario para mi, con sus hermosos textos y su sensibilidad de poeta, pintor y su misticismo universalista. Al fondo, encuentro mi tesoro, que es la recreación de Radio Venceremos, con los equipos originales desde los cuales se transmitía a gran parte de América Latina y por supuesto a las montañas salvadoreñas, la versión insurgente del conflicto, sus entrevistas, su inyección de ánimo y su moral revolucionaria. Las fotos y el montaje son sencillos, pero impactantes. Las caras jóvenes, casi niñas, de los insurgentes, el entusiasmo épico, imposible ya en estos tiempos de heroismos invisibles. En varias de las fotos está Santiago, sobrenombre de guerra del periodista venezolano Carlos Henríquez Consalvi, quien tuvo a su cargo la operación y dirección de la emisora. Me asombra saber que nunca pudo ser detectada, ni por el ej{ercito ni por los gringos, porque estaba bajo tierra, y sus antenas, camufladas al interior de un enorme árbol y protegida además por la complicidad de algún espíritu maya.
Armando y yo salimos al mostrador, elegimos un par de libros y dvd´s cada uno, y en ese momento nos topamos de manos a boca con el propio Santiago que sale del museo. Conversamos un par de palabras y le pido tomarme una foto con él, que accede gustoso y cruza el brazo encima de mi hombro en actitud familiar que queda grabada en el Nokia de Armando.
La mañana está por agonizar y nos bajamos en la Gran Vía, un impresionante mall, de jardines, golfitos, paseos y guardias, a tomar el mejor café local y a seguir resolviendo el mundo, tras de una vidriera muy elegante, con una hermosa arquitectura como panorama y la visión de las mansiones con helipuertos del monte vecino, donde según me dice Armando, viven las 12 familias que han controlado este país antes, durante y después de la guerra.
Ahora, el FMLN es gobierno y Mauricio Funes, un presidente con tres meses de ejercicio y un tino enorme para manejarse en este país donde los odios políticos parecen haber amainado, sin dejar de palpitar, y donde tres millones de armas están en manos de la mitad de los seis millones de salvadoreños. Reflexiono y pienso que ahora estoy en el mall, no en el museo, pero que sigo sin estar en la contra ecuatoriana. He sobrevolado muy levemente los dos lados del conflicto armado y he estado en los dos lados de la vida y de la muerte en solo una mañana centroamericana. Pago los dos cafés empuñando la poco heroica y muy fucking tarjeta de crédito. A Armando le gustaría presentarme a su amigo, el hijo de Roque Dalton, pero parece que anda filmando algo en los Estados Unidos. Guardo la factura en el bolsillo trasero y bajamos a esperar a Olga que nos va a recoger en la puerta de la tienda que vende Ferrari, Maserati y Porsche para todo El Salvador. Me rio hacia adentro y me repito burlona y mentalmente ... todo El Salvador . La vidriera quita el aliento con modales pornográficos. Compruebo que en mi sobre manila estén mis libros sobre Radio Venceremos, mis vídeos sobre el conflicto, y le hecho una mirada casi obscena al Porsche Speedster 256 que me hace un guiño plateado y clásico desde detrás del vidrio inalcanzable. Compruebo, antes de subir al auto de Olga, que mi pasaporte está en el pantalón y que mi corazón sigue estando a la izquierda y que allí anida todo el resto del El Salvador, que no cabe en la vidriera.

jueves, 1 de octubre de 2009

CARNE DE FRONTERA

El Tica Bus es cómodo, enorme y climatizado. El viaje se desarrolla con morosidad y bajo ramalazos de agua, me hace evocar un abanico de recuerdos ajenos . El paso de frontera es muy ordenado y se deja Guatemala con la sensación de que no se la deja , pues la línea que la separa de El Salvador es inútil porque en la realidad, no divide casi nada. El ser ecuatoriano en esta raya arbitraria implica muchas cosas, ninguna de ellas favorable para el viaje. El revisor salvadoreño sube chequeando de puesto en puesto los pasaportes y las cédulas. Es cosa de segundos para los gringos, las francesas, el canadiense, los nacionales y los guatemaltecos. Me animo al ver que está por terminar, pero pronto se me va el entusiasmo cuando observo que revisa mi pasaporte con meticulosidad casi científica. Lo lee página por página, rasgo por rasgo, sello por sello. Comenta para si mismo:

- estos colores están muy vivos... - Se refiere a mi visado guatemalteco, estampado en el consulado chapín en Quito.

Mientras, me he puesto de pie, en parte para estirar las piernas y en parte para demostrar seguridad ante el escrutador funcionario.

- estuvo en Venezuela...

Le contesto con un si afilado y cortante, que le hace notar que fue en 1999 y que en ese año, estar en Venezuela solo significaba estar en Venezuela.

- Tiene visa americana...

En el exacto momento en que voy a decirle que si, pero que caducada, cambia la página y yo sobre la marcha cambio el guión y le respondo solo con un despectivo "Si".

- Mire Don, ahí al lado de la venta de pupusas, hay un ciber, sáquele copias a las páginas 1, 8 y 9 y regrese.

Bajo de un salto las escaleras del Tica Bus y atravieso la Panamericana en tres trancos. Saco las copias y me cobran 20 centavos de dólar. Me siento en casa. Giro, corro y me detengo a comprar un paquete de pupusas de a 3 por un dólar. Subo al Tica Bus con mi trofeo aún caliente en la mano derecha, y las pupusas en la izquierda.

- Mire Don- le digo- Aquí están las copias-

- Ah, vah, ta bueno. Espéreme un momentito Don.
Está cargándole la mano un poco al gringuito de atrás que va con un nacional. No sé si son una pareja gay o un par de predicadores, también gays, pero no emparejados.

-Ahora, atrás de la copia, póngale su nombre, los días que va a permanecer en El Salvador y la dirección a la que va a llegar. ¿Va a llegar a hotel?. Cometo el error de decirle que no, que llegaré a casa de amigos. Caigo en cuenta que tengo en el bolsillo la dirección de un hotel que anoté por si acaso, pero es muy tarde para dudar.

-espéreme un momentito- le digo, -voy a llamar a mi amiga para que me diga la dirección.

Marco el teléfono desde mi celular.

-Olguita, hola, estoy en migración en el paso de frontera, necesito con urgencia tu dirección

El bus entero empieza a molestarse, no con el revisor, sino con el extranjero, ya incómodo a estas alturas.

Mientras anoto apuradamente la dirección en el papel, bajo la mirada atenta del revisor, que busca de algún signo de duda o nerviosismo, ocurre. Se cae al suelo la batería del teléfono y la escena de mi llamada parece absurdamente falsa, porque he seguido hablando mientras la batería ya estaba en el suelo. Me siento perdido, e imagino que protagonizo la secuela de "Expreso de Medianoche" en versión mesoamericana. Antes de que el pánico progrese, el gendarme me dice

- Vah pues, bienvenido al Salvador.

Me siento aliviado, libre de la inminente cárcel turco- guanaca. El Tica Bus avanza contento hacia un atardecer glorioso, de postal, y en poco tiempo un letrero verde anuncia la cercanía de Santa Ana. Miro el maravilloso paisaje y me emociono recordando que mis padres vivieron su luna de miel y un año más, en esa ciudad. También me asaltan los recuerdos de la insurgencia y la guerra y todo se vuelve un mix coctelero que ataca directo al corazón. Abro el envoltorio de espuma y plástico de las pupusas y me llevo la la boca mi primer bocado del almuerzo, a las 5 pm. El infierno eterno ha comenzado en mis labios, lengua y paladar.

- ¡La gran puta, esto está que quema! digo a voz en cuello
- Desde hace demasiado , joven, desde hace demasiado...- me responde la señora del asiento de atrás

miércoles, 30 de septiembre de 2009

DE CHACALES Y CORDEROS


En el Chile de Pinochet se reconocen alrededor de 3500 detenidos - desaparecidos. En la Argentina de los Generales, la cifra sube a 35000. En la Guatemala de entre los 50 y los 90, los bandos reconocen entre 250.000 y 300.000 personas asesinadas, masacradas y desaparecidas. Uno de los más notorios represores, el General Efraín Rios Montt arrasó 440 aldeas enteras, con todos sus habitantes, en más de 600 masacres absolutamente documentadas mientras practicaba las formas más horrendas y estremecedoras de crueldad que recuerde la historia del género humano. El general ahora es congresista electo, lo que le garantiza inmunidad y pervivencia de su cacicazgo infame y su tutelaje sobre la pírrica democracia chapina. En muchas de las aldeas masacradas, el general obtuvo, años más tarde, notorias victorias electorales. Con un índice de analfabetismo del 31.7%, Guatemala lidera tristemente al continente, solo un poco detrás de Haití. En una de las aldeas borradas del mapamundi por éste tristemente célebre delincuente de clase mundial, obtuvo una victoria de más del 50% de votos válidos.
- Si a mi los indios me adoran- dijo el general a la prensa.

Lo que omitió decir el general, es que sus activistas de campaña habían ido a hablar con los indígenas, sin ningún tipo de insignia o bandera que los identificara como mercenarios del FRG, el partido de Ríos Montt, y les habían dicho lo que repitieron en toda la república:

-Ustedes odian al General. Cuando tengan la papeleta en sus manos, táchenle la cara para que se sepa que no quieren que regrese.

Una vecina de la aldea ""Las RR" , que perdió a sus amigos y familiares en una matanza dice al ver que se están encontrando las fosas comunes y se hace antropología forense sobre los restos de sus muertos:

"Estoy admirada cuando veo que están excavando el pozo, porque pensábamos que la vida de nosotros no valía nada. Sentíamos que éramos animales y que con sólo hablar nos vendrían a matar. Bastante gente tiene miedo todavía. Pero ahora nos queda el aliento de que hay alguien que se acuerda de nosotros. A mí ya no me importa lo que me pase ahora si la verdad se dice". A mi tampoco.

martes, 29 de septiembre de 2009

PERO EL AMOR ES MÁS FUERTE

A Pablo Lazarinni, amigo.

Pueden jurar que no es verdad

el viejo sueño de volar
pueden guardarte en una jaula, por nada
pero el amor es más fuerte
pero el amor es más fuerte
pero el amor es más fuerte
Tango Feroz

Querido amigo:
Tantos lugares comunes, tantas frases hechas, pero ninguna te queda, Pablo, porque no eres alguien de lugares hechos ni frases comunes. Hoy que te fuiste, no te fuiste para terminar una vuelta de rueda, te mudaste a inaugurar otra, a mirar con intensidad las ruedas girar, como el viejo Lennon. Hace tan poco que enchufabas la guitarra y el micrófono y cantábamos Presente de Vox Dei y El Amor es más fuerte. Te miro partir, yo con lágrimas, tu con la alegría de vivir que nos dejas, pedaleando la bici hacia la mejor luz con tu cámara y tu guitarra, a vivir el asombro que llena tus ojos de niño, más bien de pibe travieso con el corazón aventurero y más nuevo que nunca. A la hora en que te ibas tarareando, yo tomaba una foto sencilla, esta foto de este bosque con saetas de sol, en la selva Maya, que te regalo ahora. Diste la pelea sin abandonar, paciente, vibrante y sereno hasta el momento oportuno de dar el salto hacia el otro lado. Break on through fo the other side, cantamos en tu casa. Irrumpe al otro lado, no entres. Irrumpe, hermano querido, que el permiso va marcado en tu sonrisa que no se va. Que no te den un coro de ángeles, que te hagan calle de honor con guitarras eléctricas, bajos y batacas, porque el amor, que es más fuerte, se ha ganado ese tumulto feliz en tu alma llena de él y de todos nosotros. Hasta siempre amigo, ahora que sabes que el tiempo no se acaba y que la muerte, ese esperpento impresentable, no te puede contener. Me gustaría pedirte que te quedes, pero ya lo has hecho, te quedas en mi, te quedas en nosotros, te quedas en la mejor fotografía, en las canciones que seguiré cantando con vos y en el abrazo siempre sincero y con buena onda. En el último ensayo cantamos ..cuánta verdad hay en vivir, solamente ... el momento en que estás, si, el presente, el presente y nada más. Cuánta verdad, hermano. El presente y nada más. Que mi abrazo, como el aliento de la vida, nunca se termine.

domingo, 27 de septiembre de 2009

SOLO Y BAÑADO POR LA LUNA MAYA

La plaza del pueblo huele a flores y a tequila. El trino de las golondrinas es estridente. Las campanas del templo suenan a rebato y estremecen hasta los cables del alumbrado. Los rasgos mayas florecen tras los huipiles y las sonrisas milenarias, languidecen en otras caritas pintadas y tristes. Decido visitar el portal republicano del edificio que dice "Municipalidad de Huehuetenango". Una marimba tocada por ocho músicos, más el bajo y la batería alegran el paso de dos borrachines diminutos que me escudriñan de arriba a abajo, sin medirse. La luz es tibia y me anima a atravesar la plaza repleta de vida. Al otro lado, Pepe, el maestro de la escuela, de pie en la tarima y con micrófono en mano, anima a la gente a dejar vituallas o quetzales en cash para conseguir setenta quintales de alimentos para los dos mil quinientos niños de Malacatancito, que se mueren de hambre en el cinturón de sequía de Guatemala. Dice Pepe, que lleva 16 horas sin descansar, que ese cinturón no es de sequía, sino de miseria. Y de vergüenza, pienso yo, mientras contengo la respiración para dejar un billete en su mano. La muerte, terca y seca, se resiste a mudarse a otra parte, enamorada como está desde hace tanto, del corazón del mundo Maya. Su chillido me duele en los tímpanos, pero la marimba ha conjurado su espanto, al menos por hoy, en mi alma, enamorada como está desde hace tanto, del corazón del mundo Maya.

sábado, 26 de septiembre de 2009

DESVARÍO SOBRE UN DECOLAJE

Por fin se acerca la hora cero del viaje a Guatemala, y a medida que el reloj me acerca al 737 de Copa, me voy pareciendo cada vez menos al decidido e iconoclasta viajero que había decidido ser, porque una peste tropical de gripe común me ha pegado de lleno en la proa y ha convertido mi ánimo odiseico en un maremagnum de mocos, congestión y melancolía. Enfilo, con la poca dignidad que me dejan mi mejor camisa, aún limpia y los restos de perfume, todavía fragantes, hacia el asiento 21 D, en la esperanza casi teologal, de que las endorfinas y la distancia pudieran curarme el catarro. En la sala de preembarque del aeropuerto Mariscal Sucre de Quito, todos están actuando ya su happening - o al menos a mi me lo hace parecer así una fiebre tímida -para lucir cosmopolitas y jetsetters. Ya uno blande su iPhone, ya otro mece sus zapatos blancos y afilados (hey, pá, fuiste pachuco..) y un tercero -casi un pigmeo- grita en el móvil, una letanía triunfal sobre los setecientos mil mugrosos dólares que acaba de ganarse, y dá consejos políticos para que su interlocutor se los transmita "al pendejo de Zelaya". De modo que, voy acercándome a la Mosquito´s Coast, sin siquiera dejar el aeropuerto de enfrente de mi casa.

El 21 D, es por supuesto, un asiento intermedio en el lado del avión que lleva tres asientos y no dos. A mi derecha una brasilera pasada de kilos y reflectivamente blanca y solterona, grita algo en portugués a sus padres que han ocupado la fila delantera del lado opuesto. Noto que abre la boca exageradamente al hablar, y pienso que sus padres con gusto donarían la mitad de su patrimonio al ministerio "Pare de sufrir" para que la poco agraciada y ruidosa hija, efectivamente, parase de sufrir en brazos de algún pasajero solitario y rijoso. El paisaje de la izquierda no es en absoluto más alentador. A mi lado va sentado el "Elder" Rivera, zapatos negros, traje azul con más del 40% de poliéster, camisa blanca, corbata azul y el estigma acrílico negro con letras grabadas en dorado, que revela que mi vecino es miembro activo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. No solo miembro activo sino Elder. Si, Elder. Anciano. Ancianio dela Iglesia de ...blablablá..., que no pasa de los 21, y a juzgar por su delgada pero elástica y nada arrugada ancianidad -calculo rápidamente- debe alcanzar los 1.75 sobre el impecable y casi policial corte de pelo. Miro a la derecha, como suplicando auxilio y me encuentro con la brasilera, retorno desesperado mi cabeza a la izquierda y recibo la mirada condescendiente del "Elder" que me absuelve, seguro de su superioridad moral sobre mi. y mi arete de plata en mi pecaminosa y transgresora oreja izquierda, más bien su lóbulo. Entonces, manojo ya de nervios e inseguridad , saco mi teléfono caro, y oteo con las comisuras de los ojos -o con el rabillo de la boca, no lo recuerdo- a ambos engendros, convertidos tempranamente en el enemigo a vencer, aliados también con tempranura a mi gripe y mi poco heroico aspecto. Cargado ya, con un poco de seguridad socioeconómica en mi palma, empiezo a reenviar con frenesí los e mails que Diego, mi inmediato superior en la jerarquía de la junta de padres de familia del 1o. A - me ha reenviado diligente para tenerme al tanto de las cobranzas de cuotas, de las camisetas para la kermesse, y la decisión unánime de todas las madres, de elegir a Tinkerbell, como imagen icónica en nuestros pechos. Mis dedos se desplazan con soltura por las teclas y voy recuperando poco a poco la seguridad personal. Triunfo en mi batalla sobre la desesperanza al constatar que he reenviado 12 e mails en menos de cuatro minutos, y que la inspección de la sobrecargo me encuentra apoltronado, con el cinturón sujeto, el respaldo vertical y el equipo electrónico apagado y en el bolsillo. "Elder", quien no se ha enterado que libramos una guerra ideológica por el control de la fila 21, sufre las primeras bajas. En su beatífica certeza de hijo del señor y heredero de una parcela en la Salt Lake City de la eternidad, ha omitido presionar el botón que endereza la inclinación permisiva, moralmente condenable, del respaldo de su asiento sin decolar. Las sobrecargo se lo hace notar y yo, sin dejar de mirar al frente, como corresponde a alguien de mi respetable millaje, hago palidecer a la sonrisa más maligna de Jack Nicholson en el clímax de "The Shining", con mi más perversa, luciferina y sobrecogedora sonrisa de triunfo.
De la misma manera en que una batalla no es la guerra, ni una golondrina puede desarrollar un proyecto sostenible de verano, mi pírrico marcador contra las fuerzas del cinturón bíblico del señor in the yuesei empieza a tambalearse por un acontecimiento tan inesperado como dramático. Mi gripe, galopandpo ya en ancas del aire acondicionado del jet me ha arrancado un estornudo ciclónico, enorme, pantagruélico. Sobresalto a la nave, apenas despegada de Quito, con un estertor brutal que solo encuentra explicación, en la magnitud de la fuerza con que lo quise reprimir, con todo mi diafragma, con todo mi corazón, lo sabe Dios. Me abochorno, posmoderno, como se llenaría de sonrojo quien prendiese un Ducados, un Gitanes o un humilde Lark en medio de un estreno en Cinemark. Entiendo inmediatamente cuatro cosas:

- He generado el pánico en la fila 21
- He descendido con estrépito desde la clase media, hacia las filas de los desplazados de la Tierra
- Es muy tarde para que los aterrorizados pasajeros hagan volver al 737 a pista,
- He pasado a ser el talibán del avión

El amor en los tiempos del cólera, el horror en los tiempos de la cuchi gripe. Como me encuentro ralentizado por el acetaminofén, alcanzo a ver en fracciones de segundo, las reacciones vecinas, como en un slowdown de the matrix. El gordito quinceañero de adelante ha dejado de hacer chistes a su hermana adolescente y ambos contienen la respiración casi hasta la anoxia, y en el borde de la cianosis, mantienen aun la esperanza de que el virus se haya disipado cuando ya no puedan contener el aliento. Los brasileros y hastiados padres de la rolliza carioca regresan a verla con ojos de pánico, pensando en que "mejor solterona que muerta", y empiezan a buscarle asiento en otro lado, escrutando con avidos ojillos TV Globo. La sobrecargo se hace de la vista gorda y avanza con firmeza pero con disimulo hacia primera clase, cerrando la cortina con un aplomo que parece contener a los virus de un solo franelazo. Otros se preguntan si habré usado la mano o la parte interna y poilítaicamente correcta del codo para contener los 120 km. por hora de promedio, con que han salido rociados mis virus y buena cantidad de alveolos de mi propiedad. Con un solo movimiento de prestidigitadación , hago salir el resto de fluído nasal al pañuelo que previsivamente guardé en el bolsillo posteriora, además abro un doblez del pañuelo, expulso el moco remanente, presiono los dedos índice y gordo, los jaloneo hacia abajo, cierro el pañuelo y lo guardo perfectamente plegado en el bolsillo de la camisa previendo lo que presiento será una estornudadera a discreción . Todo ello en 27 milisegundos. Nada mal, pero sin embargo, todo ha sido en vano. Todo ser vivo dentro del fuselaje del Boeing ha identificado las coordenadas de la ground zero: el asiento 21D.

En una guerra, la primera víctima es la verdad. Aunque yo sé exactamente que es un catarro estacional, y que es mi tercer día de evolución, y que el flujo nasal es matemáticamente igual cada año, los demás no tienen porque saberlo, y en tiempos de las guerras preventivas y de las doctrinas Bush y Uribe, hay que adelantarse a los hechos y es mejor pensar -conatradiciendo los más elementales principios del derecho histórico- que cada estornudador es culpable hasta que no se demuestre lo contrario. En acciones prácticas, cuento las bajas y observo contento que la rubicunda brasilera se ha mudado tres filas adelante y del otro lado del pasillo. Esto me pone ante un nuevo escenario en el teatro de operaciones: puedo dejar de ser el estúpido pasajero del medio, ocupar el digno y sobrio asiento del pasillo y además, puedo alejarme del "Elder" Rivera y poner tierra de por medio, más bien tela de por medio, llegado el caso. Lo hago. Me suelto el cinturón, levanto el brazo del asiento, regreso a ver a mi contrincante y en medio de una sonrisa que finjo amigable y solvente le digo:

- ahora vamos a estar más cómodos-

Descubro, inquisitivo, intenso, escudriñador, que mi adversario, más que disuadirse por la brutalidad política y agnóstica de mi estornudo, ha entrado en un profundo conflicto entre la razón que no pide fuerza y la fe ciega del converso. Yo, conspiranoico de vocación, conocedor de los manuales de contrainteligencia de la CIA, de las técnicas de guerra psicológica y de 5a. generación, paso rapidamente del blitzkrieg mucoso, a la perversidad eficaz de la tortura de la mente. El "Elder"ha cometido a estas alturas varios errores garrafales. Ha dejado ver su escasa experiencia viajera y su visión ingenua de la vida, al sacar su cámara antes del despegue y tomar fotos del mismo, sin entender que el uso de aparatos electrónicos como reproductores de música, cámaras digitales, teléfonos celulares, videojuegos y otros, pueden interferir en los sistemas de navegación de la aeronave. Ha mostrado, luego del episodio, su mejor expresión de amor para las criaturas hermanadas en el señor, pero su hemisferio racional ha dejado escapar una, tan solo una gota de sudor sobre el labio superior. Veo, y gozo el espectáculo de la guerra sempiterna del Bien contra el Mal, hagan sus apuestas señores. Viene la azafata, reparte unos sánduches en pan integral que más llaman a la reflexión que al apetito. Elder pide Coca Cola, yo, mefistofélicamente solicito agua y acentúo malicioso:
- sin gas, por favor-
Entonces, comprendo que en el fragor de nuestra lucha, el fiel de la balanza , se ha inclinado a mi favor. Asi que decido hacerlo, en descampado, sin temor, inflamado el pecho por las mejores causas humanas -y por la gripe estacional-. Volteo la vista, sonrío, beatífico yo, hijo del Creador, hermanado con el Elder, yo leproso, sandor aquel y, seguro de la benevolencia de su magisterio, saco mi pañuelo, lo abro en un pliegue, lo extiendo, fijo la vista en el sol que se pone sobre el ala plata, ay con la frialdad de Rommel en el desierto, provoco otro estornudo, civilizado, convencional, calculado, un estornudo romántico se diría , más cercano al chasquido del Máuser que al bestial tronido del AK 47.

Elder, atenazado por el hambre, resiente el golpe bajo. Mira el bocadillo, tiembla, teme, duda. Sin dar un mordisco más ni pasar el ultimo sorbo, empaqueta las sobras, cierra la botellita personal con su tapa rosca, y se levanta, intentado no hacer notar que mi gesto brutal, pero gesto hermanado en el señor, al fin, de mi humanidad, lo ha incordiado. Sobrepasa tres filas más y está en la puerta del baño. Con aire casual, levanto mi muñeca y veo su reflejo en la luna de mi reloj. El golpe ha sido demoledor. El baño tiene la señal de ocupado y el labio superior del Elder se encuentra perlado por gotitas de sudor brillante que delatan su lucha interior. En mi retrovisor improvisado y astuto, he visto con pánico, que en la penúltima fila del jet no hay un solo asiento libre, ¡hay dos! Veo, agitado el pulso hasta el espanto, que el Elder sale caminando del baño, aplomado, pulcro, sonriente, y cuando estoy a punto de abandonar mi alma en una imploración, al verlo acercarse a uno de los asientos libres, suspiro al ver que se acerca otra vez, como se acerca el griego a su fatalidad, a la fila 21.

Respirando, trato de contener la vorágine de mis emociones encontradas. Ahora la pugna entre el bien y el mal ha entrado en mi campo de marte y el Elder luce fragante, limpio, sonriente y elevado y yo transpiro como un condenado escalando el cadalso hacia la muerte, y ya no respiro más que por la fosa nasal izquierda. Acuso el golpe. Camaleónico yo, mimético, me levanto casi por instinto y voy hacia el baño. Las miradas de todos, a quienes el protagonismo del Elder ha convertido en comparsas sin trascendencia, intentan clavarse en mi como cuchillos. Las esquivo, inmune en mi grandeza de batallador olímpico, ajeno a las nimiedades de pequeños aspirantes a enemigosa. Entro al pequeño baño, no sin antes intercambiar palabras con la azafata, sobre el tiempo restante para el aterrizaje en Tocúmen, Panamá. La azafata, segura en su banco abatible y en su experticia de voladora contumaz, me informa que en 5 minutos iniciamos el descenso. Hago del baño minúsculo y funcional, mi cuartel de invierno. Me repliego, lamo mis heridas, me lavo la cara con jabón líquido, desperdicio muchas toallas de papel, me sueno la naríz con vehemencia, me peino, y en signo de soberbia y sin sentido, me baño en gel antiséptico para hacérselo oler a ellos, a los otros., yo, el contagiado, el catarriento, el publicano.
Me aseguro de mostrar una impecabilidad estéticamente superior a la pudorosa y midwestern estética del monstruo, del Elder. Lo logro. Me siento a su lado, percibo su inseguridad y la exclamación de su espíritu, casi suena por los altavoces.
- señor, perdónalo porque no sabe lo que hace
Pero si sé lo que hago. I´m a a man of wealth and taste. Pleased to meet you, hope you guess my name. Las fuerzas están a la par, equilibradas, viéndose cara a cara en el campo de batalla, sin respirar, sin mover un músculo, pueblo de Irlanda. En el enemigo, un manto de serenidad parece haberse posado sobre sus nubarrones de crisis. La razón y la fe se compensan una a otra y me apuñala con una sonrisa sincera, que contiene la certeza de que no habrán más estornudos. Entonces lo entiendo. Acabo de hacer del baño mi cuartel de invierno, pero segundos antes, el Elder ha hecho su oratorio de aquél y ha establecido un pacto entre Dios y el hombre. Ha ofrecido la conservación de su virtud, de su castidad, no ya por uno, sino por dos, tres, cinco , diez años, a cambio de la inmunoresistencia al virus, a mi virus, que amenaza el futuro de su ministerio y de la humanidad toda.
Comprendiendo mi desventaja, resiento el golpe y empiezo a sanar, cómo decirlo de otro modo, milagrosamente. La congestión se ha ido, las dos fosas trabajan a todo vapor y el dolor de garganta es un triste pero lejano recuerdo. Los minutos pasan, me carcome la derrota. Pero mi mente no juega trucos baratos y relaciona con velocidad todo. Evoco mi mochila, el desorden de semanas, su abandono aparente en el compartimento de equipajes de mano. Un cigarrillo magullado, que no saqué en la mañana por el apuro, mi desodorante en spray, un poco de maskin´tape remanente de alguna obra, unos fósforos, estúpidamente obviados por el operador de los rayos x de la terminal, unas pastillas de Cert´s... Me levanto, vuelo hacia el baño, conciente de que en segundos ya no podré entrar por el inminente aterrizaje en Tocúmen, entro como el rayo, trabo el seguro, me paro en el aro del sanitario y pongo un pedazo de maskin´tape en el detector de humo, enciendo el cigarrillo y empiezo a meter el humo por la nariz, hasta que logro irritarla de nuevo, quito el maskin, acciono el desodorante para garantizarme impunidad, salgo con todas las evidencias a buen recaudo, fuerzo el diafragma y la garganta hasta casi desgarrarlos, me siento, meto la mano como casualmente al bolsillo de la chaqueta de gamuza café, y le tiendo el paquete aséptico y cerrado de Cert´s a mi némesis. El , conciente de mi pestilencia a gel antiséptico lo recibe de buen grado, lo abre morosamente, toma una pastilla entre sus dedos que trabajan por el reino de dios en este mundo y yo, ralentizado por el acetaminofén pero dolorosamente alerta, veo su mano dirigirse hacia su boca, la veo abriéndose, un hilillo de saliva diminuto entre sus incisivos y en el momento propicio y sin previa señal de alarma, estornudo sin escrúpulos, sin piedad y sin pañuelo, a 150 km. promedio esta vez, justo en el momento en que la boca alcanza el punto máximo de apertura y el azimuth adecuado. Entonces el monstruo, el Elder, mancillado de mi saliva acatarrada, prejuzgada, incomprendida, pero nunca porcina, se suelta el cinturón, se abalanza sobre mí que recibo entre carcajadas de gusto y la agonía del dolor, sus puñetazos en mi nariz, mentón, pómulos, ojos (dos) y sienes. Lo levantan de mi cuerpo adolorido pero feliz justo antes de que el avión en un par de saltos bruscos, termina de posarse en tierra panameña, panameña, panameña vida mía, yo quiero que tu me lleves, al tambor de la alegría.

Los oficiales se acercan, ya en tierra luego de que he sido atendido con excesiva y sensual amabilidad por una intimidante enfermera mulata y me preguntan amablemente si voy a poner cargos contra el agresor. Les digo, magnánimo yo, de mis cenizas levantado, que un par de dias de prisión preventiva serían suficientes, que pienso obviar las acusaciones discriminatorias de hijo de puta, comunista, ateo y degenerado, al fin y al cabo, el pánico a volar produce reacciones violentas en algunas personas, y quien sabe, hermano, un día de esos uno amanece con el pie izquierdo y puede hacer locuras también...

lunes, 14 de septiembre de 2009

RADIKAL POÉTIKA

Gato en callejón
in and out alley cat
la poétika ataca
cuando debe, cuando puede
saltando de las sombras,
bombardeando
falsos positivos
hasta dejar en astillas sus huesos
cambiando la piel y la ternura
por manchones de sangre marrón
y fotos en tiempo real
de cupidos y querubes apuñalados
deshechos en jirones de violencia,
cuatro agujas en la cabeza,
mi cabeza
cuatro pinchazos certeros
cuatro piedras
en la vuelta más recóndita
del intestino,
del colon,
del ventrículo que guarda la verdad

el amor y la muerte,
cadáveres sangrantes
la noche se pone,
ya viene el sol

viernes, 3 de julio de 2009

SOMBRAS DEL CERRO DE ORO

La noche había resultado agotadora en medio se sombras de fantasma y recuerdos rancios. Raquel abrazó fuertemente la almohada luego de autorizarle cinco minutos extra al despertador. No sabía decir en ese lapso se durmió o se despertó, pero recuerda con claridad el momento en que el piquete de la guardia rural la encontró en pijama arrastrando con cadenas una manada de cinco dragones domesticados, que pisaban torpemente el plantío de lechugas del teniente político de aquel pueblito, al tiempo que sus alientos cocinaban los últimos rescoldos del naranjal aledaño, y aterrorizaban a las niñas que a esa hora llegaban a la escuelita primaria. A pesar de una jugosa oferta editorial en euros y otra filmográfica en dólares, Raquel jura hasta hoy no saber nada acerca del arte de domesticar dragones.

domingo, 28 de junio de 2009

CINTURA DE AMÉRICA, CORAZÓN DEL FUTURO

Te desmoronan hijos y gusanos,
se extienden sobre ti las alimañas
y una tenaza te arrebata el sueño
y un puñal con tu sangre te salpica
mientras se despedaza tu estandarte.
Alta es la noche y Morazán vigila.
Pablo Neruda
Me impresiónó hondamente la cumbre de la OEA de hace unos días, por varias cosas simultáneas: La readmisión de Cuba, el discurso vibrante del canciller venezolano, la fuerza de las palabras de la canciller hondureña, los nuevos vientos que corren en la otrora recadera del imperio. Pero hubo un detalle que me conmovío, y era el rótulo en panaflex que estaba en la pared posterior y que decía: "La NO violencia".
El golpe torpe, simiesco y brutal contra Honduras y contra todos los pueblos de la Patria Grande, contrasta con aquellos días esperanzadores, en el corazón de uno de los países más pobres de la tierra. La escena bien podría desarrollarse en Bolivia, Ecuador o Venezuela: cambie al cerdo corrupto de Micheletti por cualquiera de los conspiradores de aquellos países y ponga limón al gusto, la receta es exactamente igual. Se compone de: voracidad transnacional, atracadores de fondos públicos, monopolios productivos y financieros, partidejos lacayos y prensa corrupta y desinformadora.
El discurso anodino y grasiento que profirió el cerdo Micheleti al asumir el mando usurpado por la soldadesca, recuerda la misma cantaleta cansina y sin sal con que se pretendió seguir engañando a los pueblos de la América. La torpeza, enorme como la voracidad de las élites latinoamericanas, consiste en la falta absoluta de timing de estas élites malolientes. Si uno se para en las vías del tren y estira una manito gorda para detener una locomotora, será recordado más como imbécil que como audaz. El tren de la historia y de la revolución no se detiene ya, señores gorilas bananeros y grasientos representates de las oligarquías.
Esta es más que una época de cambio, un cambio de época, en palabras de Rafael Correa. La inmediata reunión del ALBA, las declaraciones contundentes de los presidentes latinoamericanos y la reacción de la gente hondureña que avanza en caravanas hacia Tegucigalpa, lo confirma.
Cortaron, al mejor estilo de lo aprendido en la Escuela de las Américas, y en las becas a Washington, los servicios básicos, la electricidad y sobre todo la telefonía. Así, han supuesto estos simios ignorantes, que retrasarían la respuesta del pueblo y la interacción social por via de celulares, internet y redes sociales. Craso error, émulos ridículos de Pinochet y Galtieri. Ya veremos como el lema de la cumbre 39 de la OEA, la NO violencia, empieza a ser metodología de resistencia civil.
Veo varias acciones en el horizonte, que creo acertadas:
_ Presión latinoamericana sólida y unitaria
- Cierre de fronteras en Guatemala, El Salvador y Nicaragua
- Convocatoria local a huelga nacional indefinida
Por parte de la reacción hondureña, quedan pocas fichas por mover. Lamentablemente, para desmoralizar las acciones de resistencia civil, solo les quedará la posibilidad de imponer terror a través de los carcelazos, las golpizas y la muerte de civiles. Esto aislará aún más a Honduras y enervará los ánimos de los manifestantes. Es posible también que haya un cisma en las fuerzas armadas hondureñas, entre la alta oficialidad y la tropa, lo cual será indefectiblemente alimentado por la gente en las calles. Finalmente, con el restablecimiento de las comunicaciones, habrá un caudal de información circulando, que probablemente intentarán controlar y restringir. Hoy por hoy, no se puede acceder a algunos sitios web hondureños, como http://www.msps.gob.hn/, website oficial de la municipalidad de San Pedro Sula, entre otros muchos bloqueados, lo que demuestra que la orquestación de la asonada viene de hace largo tiempo.
Pretender que el golpe militar y oligárquico contra el pueblo hondureño es un acto en defensa de la democracia, es propio de imbéciles que no tienen respeto ni por su propia imagen política. Ya se sienten voces que se levantan como marejada en toda la Patria Grande. Hay que ir más allá. Una computadora con acceso a la web hace hoy en día mucho más que un AK-47, porque nos da la posibilidad de intervenir globalmente en procesos locales que nos competen, como el de Honduras. Blogs, mensajes, posts, son las nuevas armas del viejo y querido internacionalismo solidario.
Y a los torpes y retardatarios golpistas, más les vale dejar paso a los cambios que nuestros pueblos realizan en democracia, porque el tren no se para con la mano, ni aunque la mano esté armada de porras y fusiles. El cambio está aquí y no vamos a dar ni un paso hacia el pasado. Sépanlo los separatistas de Bolivia, las oligarquías financieras del Ecuador, y los pitiyanquis en Venezuela. Alta es la noche y Morazán vigila.

LA PENÚLTIMA PARADA

El olor acre, mezcla de sudor de un día de juegos y de frutas rancias de lonchera , llenaba el aire del autobús y no dejaba casi espacio para pensar en otra cosa que no fueran las ganas de largarse. Lo recuerdo muy bien. Era uno de esos buses trompudos, que tenía una jiba enorme en medio del corredor, con un motor ruidoso gruñendo con esfuerzo, debajo de su caparazón de lata y corosil. Arriba del espejo retrovisor, una tapa larga de tol lucía un hermoso emblema del fabricante de la carrocería. Decía "Wayne", en medio de una especie de corona principesca. Todos los niños hacíamos de aquel cacharro antediluviano la extensión del último recreo y del patio de la escuela. Los que ocupaban el asiento delante de mi competían por ver quien ejecutaba con mayor perfección su propia interpretación del hit del momento, que se llamaba "Pop Corn". La gracia consistía en hacerlo abriendo la boca en redondo, como pez, y sacando notas del golpeteo de los dedos en las mejillas. En la radio sonaba "The night Chicago died"y yo pensaba que aquella banda debía ser la mejor del planeta tierra y mundos aledaños.
Yo solía ir sentado solo, hacia la mitad del autobús, al lado derecho. Me gustaba ver cómo se divertían los chicos mayores y me aún más me gustaba ver la calle a través de la ventana corrediza vertical con que limitaba mi asiento del bus y dejar a mi mente escapar por ella a la primera oportunidad en que todos vieran para otro lado. Empezaba por flotar en el asiento, y así, levitando, abría la ventana y salía flotando en el lapso del desembarco de algún niño del bus. Luego estiraba los brazos hacia adelante y empezaba a volar a unos cuarenta centímetros del suelo. Siempre me figuraba mis aventuras imaginarias como titulares de la prensa: "Nuevo superhéroe salva la ciudad", "Niño volador sorprende a la capital al mediodia de ayer". Volaba bajito, bajito. Cuando llegaba a ese punto me invadía una placidez dulcísima y me dejaba resbalar un poco, entre la maleta de cuero y la pared metálica de la carrocería, hasta que delante de mis ojos solo estaba el respaldo del asiento delantero y no veía a nadie y nadie me veía a mi. Así podía volar impunemente hasta llegar a la casa, admirado por las niñas más bonitas del colegio y por todos mis amigos que por aquel entonces no pasaban de tres.
Al día siguiente, iba a la parada de bus de mano de la Carmelita, que era la empleada que me cuidaba, y le iba contando todas las hazañas que había realizado el día anterior, seguro de que en su inmensa ternura de señora gorda, cabía espacio para el anonimato de mi verdadera identidad. Mi confidente entonces abría unos ojos enormes y me decía - ¡¿Ah siiiiii?!- con una mezcla de estupor, complicidad y respeto, que me daba fuerzas para llegar a la escuela a enfrentarme con el archivillano engominado de mi profesor de cuarto grado, que se llamaba Fernando algo y que nunca tuvo el gusto de verme soltar una lágrima cuando me levantaba de las patillas "para que conozca el mundo" según le gustaba repetir. Yo era un superhéroe, la verdad sea dicha, muy noble. Nunca usé mis superpoderes para reventar al profesor Fernando algo, ni al Ríos, que una vez me ahorcó delante de mis amigos, aunque luego seguimos siendo amigos.
Era muy lindo volar bajito y salvar a las niñas, y recibir dulces de las abuelitas luego de salvar a la ciudad de un meteorito, detener a una banda de robaniños, o lanzar al espacio exterior al Coronel Chupina, que se llamaba asi de verdad y era un torturador siniestro que vivía a pocos pasos de mi casa y a quien en mis ocho largos años de vida, nunca le ví soltar una sonrisa y por eso le tenía terror. Fue por aquel tiempo en que , como todo superhéroe, descubrí que tenía una Némesis, una Kryptonita, un archivillano arcano al que no podía doblegar. Aparecía cuando bajaba del bus y recorría desde la esquina, donde estaba la cantina de Don Paco, hasta mi casa. Era un sentimiento extraño, que corría desde la parte baja de la panza y se instalaba en el centro del pecho. Entonces sabía que me quedaban segundos para llegar a casa, golpear el portón de lata y recibir la salvación en el abrazo de mi mamá. No sabía como se llamaba eso, pero estaba seguro que era de la misma naturaleza que los cristales verdes que tanto jodían a Supermán.
Nunca esperé más gratitud que una sonrisa o una palmada en el hombro, pues era un superhéroe a la antigua, es decir con valores. Mientras tanto, crecí un poco y en proporción, aprendí a volar más alto y a acometer tareas mayores: rescataba familias de autos accidentados y en llamas, desviaba misiles en países lejanos, y salvaba al hipopótamo del zoológico de morir atragantado con una pelota. Pero el tiempo, implacable, fue haciendo mella en mi, con su asedio de anticuerpo que me combatía con su sustancia letal. Entonces un día, cuando ya la niñez era algo que padecían otros y yo no, lo supe. Me senté en una vereda y supe, a mis quince, que aquello que me roía la vida se llamaba tristeza, y que cuando nadie venía al recate y trayendo un antídoto adecuado, se iba conviritiendo en algo más mortífero y mortal, que los grandes llamaban desolación.
Pero, como los superhéroes también maduran y se hacen más sabios y nunca dejan de ser buenos de raíz, aprendí a convivir con ellas, con la tristeza y la desolación. Venían a la salida de las fiestas, o cuando los amigos se habían ido, o cuando una niña esquiva me rompía el corazón o simplemente llegaban cuando les daba la gana de venir. Y como el superhéroe que solía ser, hasta la penúltima parada antes de casa , sé que mis enemigos están ahi, siempre al acecho, que estarán alli siempre y que no se irán. Que son los cables de los que quedo suspendido cuando he sido abatido por un villano vil. Que cuando ya no estén, ya no habrá nada de que quedar suspendido evitando el vacío, y será el fin. Pero aún entonces, cuando ya no quede ni la tristeza para sostenerme, me levantaré de mi asiento, levitaré un poco para abrir la ventana y entonces, ya sin nadie para atestiguarlo, volaré bajito, bajito por horas, hacia un sol rojizo de media tarde , con mi capa al viento y el recuerdo del cariño de papá, del abrazo de mamá y en la confianza de que Carmelita, mi fiel Carmelita, nunca, pero nunca jamás, revelará el secreto de mi verdadera identidad.

jueves, 18 de junio de 2009

LOS DIENTES DE LA NOCHE

El último acorde de la Gibson sonó como un campanazo. Las baquetas cayeron al suelo mientras las manos del baterista detenían la vibración terminal de los platos, en el último fraseo de Come together. Un olor acre, a demasiada gente, invadió la pequeña suite. El de la guitarra miró al del bajo,por debajo de los anteojos. El baterista esquivó los ojos del bajista, simulando ajustar la altura de la silla. El de la rítmica salió a orinar mientras fingía atender una llamada. Entonces el del bajo apoyó cuidadosamente el instrumento sobre el soporte y fingiendo una serenidad que no tenía, dijo al del micrófono:

- hermano, lamento decirte que hemos decidido pedirte que dejes la banda

El cantante sonrió casi con afecto, desenchufó el micrófono de la consola, enrolló el cable cuidadosamente, limpió con un paño verde la Hohner Blues Band y la guardó en el bolsillo izquierdo de la camisa. Bajó las gradas, acarició por última vez al perro del garage y salió a la calle. La noche, mascota colosal de los dioses, lo mordió juguetona. Abrió la alcantarilla y siendo el octavo día, descendió a los infiernos cantando.

El conductor de un camión que pasaba aseguró a la patrulla policial que de la alcantarilla salía en perfecto estéreo, un estribillo que decía:

Jai guru deva om
Nothing's gonna change my world
Nothing's gonna change my world...

sábado, 30 de mayo de 2009

RESET

Estacionó el automovil unos pasos más allá del puente. Se paró en el borde del barandal y calculó: viento desde el nornordeste a 14 nudos. Distancia al lecho rocoso: 47.23 m. hasta la roca de referencia. Se lanzó y lo único que sintió es que los archivos de su vida iban pasando aceleradamente, como si se transfirieran a un respaldo mayor. El impacto salpicó de sangre, huesos y cabellos algunas piedras del lecho. Lo último que observó antes de cerrar el único ojo que conservaba su cráneo fue un patrón de color, estática y un mensaje en fondo azul que decía

-windows ha incurrido en un error grave y se cerrará en este momento.

jueves, 28 de mayo de 2009

TERAPIA DE SHOCK

Miró las estrellas recién anochecidas con la certeza de que por última vez, su ansiedad crónica convertiría ese cielo en una cárcel. Cinco veces su sueldo de gerente por el programa premium de reimplantación de personalidad, debería significar que una nueva y estupenda vida estaba a escasas horas de comenzar. Esa misma noche se soñó hundido hasta la cintura en un rio tibio que le empapaba el casimir gris del traje, sus mocasines de cuero hundiéndose sin remedio en el cieno del fondo. El ataque del caimán flotando a pocos metros, con los ojos fijos sobre su cuerpo convulso por la desesperación le hizo sacudir el pie derecho con violencia. Despertó sobresaltado y ansioso justo antes de recibir la mordida.

Entró a la oficina de Mindscape Inc., fresco aún el cuerpo recién bañado, afeitado a ras el rostro. Una tensión sorda, casi familiar eclipsò el incipiente optimismo. Lo último que pudo recordar fue a los dos hombres fornidos vestidos de aséptico blanco inmovilizándolo sobre una camilla. Cuando despertó, - talvez han pasado tres o cuatro días pensó -, sus recuerdos eran cortos e inciertos: destellos sobreexpuestos de correas alrededor de su cuerpo, imágenes con flash de conos de cartón forrando sus dedos, una luz permanente e insoportable interrumpiendo su sueño con espasmos blancos, las picanas eléctricas sobre el cuerpo y la cabeza. Nunca supo si lo soñó o lo imaginó, pero el alivio de no ser capaz ahora de sentir la mínima ansiedad se convirtió en la única sensación posible.

Durmió como no lo hacía desde sus tiempos de universidad. Soñó nítidamente con una serpiente de rombos rojizos sobre el lomo, sibilante entre la arena de un desierto casi en llamas. La vigilia no alcanzó a salvarlo esta vez y el doble aguijonazo en la pantorrilla lo despertó a mitad del espanto de la huída y lo arrojó con delicadeza a una vigilia mansa, algodonosa y feliz, que no menguó en toda la mañana a pesar de los informes contables, la reunión de directorio, los cerros de documentos, y un cheque sin fondos.


Salió de la oficina más temprano que lo habitual. Cuando Raquel subió al automóvil, seis minutos después, el olor a perfume convirtió en espléndida aquella primera tarde del verano. El cuerpo de mujer que iba liberando la escasa ropa al caer al piso le llevó desde la calma hacia una especie de dicha que nunca hasta entonces recordaba haber sentido. Dejó caer el pantalón sobre el sillón de microfibra roja, se sentó en el borde de la cama para sacarse los calcetines y en el preciso instante en que una ráfaga de pánico subió por su espalda, alcanzó a ver la piel tirante y amoratada, con dos rubíes de sangre espesa y seca ën mitad de la pantorrilla, mientras Raquel, le decía con voz dulce

-Mi vida, llenaste de lodo tus zapatos favoritos-.


viernes, 8 de mayo de 2009

EL FIN DEL MEDIODÍA

El viejo aceleró la moto y el bramido despertó las flores de tilo que dormían en la en la acera. Una vibración parecida al placer le recorrió desde la entrepierna hasta el ombligo tatuado con un mandala. Llegó a la esquina de su casa, de la que hasta ahora fuera su casa, sabiendo que sería la última vez que cruzaría la avenida. Sin remordimiento giró el manillar a la izquierda y enfiló entre los autos casi quietos por la congestión de la hora pico. El sol de la una y media le abrasó los pómulos, manchados por los años y el sol de la carretera. Nadie dijo adiós, en casa no había nadie más que él desde hacía meses. El último contacto con los otros, había sido un mensaje del operador celular informando de una promoción de cerveza -la segunda es gratis- en un bar temático de deportes, pero de eso hacían ya veinte días. Engranó la tercera con el empeine y la moto alcanzó las 70 millas por hora con facilidad al invadir el carril exlusivo del trolebús. Cuando paso de las 80, lo que momentos antes notó se convirtió en una certeza pesada. La ciudad había empezado a enlentecer, ralentizada y espesa, como paciente de un conjuro secular o víctima de una glaciación sin frío, como si el engranaje del universo hubiese acabado de perder sin remedio, la última gota del lubricante inmemorial. Al llegar a los 90, ya en cuarta, los semáforos habían quedado mudos, señalando hasta su extinción el último color que les permitiera el destino: una esquina verde, otra amarilla, la siguiente roja. Los autos dejaban flotar la última exhalación de monóxido e iban quedando inmóviles, lo mismo que todo ser vivo, semivivo e inerte. Siete estudiantes, chicos y chicas, mostraban sus sonrisas de macabro polaroid al medio de la calzada frente al instituto de francés. Un vendedor de recargas celulares, cojo y sin afeitar, saltaba para siempre entre dos autos, desafiando la gravedad, con la cadera ladeada y sostenido en la punta de un viejo zapato blanco y roto . Un perro -o quizás ya su espectro- flotaba en la reja de un garage, sorprendido por la quietud en mitad del ladrido con que amenazó por última vez a la mucama vestida con delantal de cuadritos celestes y blancos que como todos los días, esperaba que bajara del bus escolar el niño de alguna casa vecina. De la manija del bus colgaba un adolescente con el cabello largo y miel volando a perpetuidad hacia adelante, paralelo a la mochila verde agua y amarilla, que ya nunca terminaría de bajar del expreso.

Varios dias deambuló el viejo por las calles repletas de maniquíes de piel y hueso, autos y moscas suspendidas. Comió, bebió, tomo, probó y tocó cuanto quiso hasta que ya no le quedó ilusión de tocar, tomar o beber nada más. Pateó y violentó todas las puertas que hasta poco antes le habían sido esquivas. El sol, pausado también por la hecatombe, no se puso más, ni el viento, aquel cadáver invisible, volvió a levantar un solo grano de polvo más.

Al pasar por el boulevard florido que bordeaba el cementerio municipal, su mente se turbó, invadida por la clarinada de una comprensión brutal. Leyó, como quien busca huír del hastío y la desesperanza, el párrafo resaltado de un folletín que alguien había descuidado y que reposaba cercano al borde de una fuente, sin terminar de caer: "La muerte es un traje a medida. A imagen de cada vida, a semejanza de cada quién" No quiso saber de quien era la cita. Habían pasado ya días y no sabía si era viernes en la mañana o domingo al salir la tarde. El olor a cadaverina le abofeteó y vio que los colores empezaban a desvanecer en las caras desvahídas y en los tabloides vespertinos que hace solo dias se empezaban a vender frescos y olorosos a tinta y hoy amarillaban resecos. El viejo comprendió, en las estribaciones de su vida levantada sobre la sombra fatal de la soledad, que su muerte tenía que ser esto, porque su vida había sido aquello: atestiguar la muerte de todo lo conocido y ser condenado a sobrevivir a todo y a todos, hasta que ya no quedara nada en pie, hasta que los edificios comenzaran a colapsar solos, y los balcones poblaran los techos de los autos y las banquetas, hasta que los cadáveres de quienes amó se fueran desvaneciendo en polvo y amasijos de motas de algodón y epitelios y los hierros de los coches se llenaran de herrumbre y orín. Un día, todo sería ruina, todo el mundo conocido se volvería pasto de la nada, menos él, a quien nadie podría ya redimir ni aliviar del fardo de su sentencia alucinada.


Entonces, el viejo apartó del pequeño remanso de sombra una bicicleta de niña y se dejó caer sentado, casi sin aliento en el filo de la acera, la cabeza entre los dedos, y por primera vez desde que enviudara diecisiete años antes, lloró hasta que la última lágrima y la última tibieza terminaron de desvanecerse entre sus mejillas y sus dedos ajados e inermes.

martes, 5 de mayo de 2009

DIOS DEL OLVIDO

La ciudad es otra, pero familiar. Alguien dentro mío reconoce las calles a medida que entro, extranjero en ellas. Hace ya casi 18 años que la recorrí, pero entonces estaba en llamas. Hoy hace frío, aunque el sol que me quema no lo sabe. Ella es un recuerdo lejano, pero el escenario es el mismo y la mente hace cortocircuitos por la escena casi igual pero con un drama diferente. Podría decir, como el poeta, los versos más tristes, pero no tendría sentido. Al atardecer, la tristeza ya no querrá quedarse, como antes quiso quedarse el amor en esta ciudad de Colombia. Otros seres ha traido el tiempo desde alguna parte, para habitarme el presente y el olvido sigue siendo el olvido, tan traidor, tan hijo de puta. Tu pelo al viento y tu cintura cimbreante ya no van a volver, hace tantos años ya. Yo tampoco voy a volver porque ya he vuelto de aquella noche del tiempo que ya no duele, porque el duelo ha sido vasto y extrañamente largo. El chico que fui ha muerto y me he parido yo mismo, chico de nuevo, pero otro. Los niños gritan y disputan mi atención con una chaqueta de tweed exhibida en una vidriera. ¡Tanto has cambiado este lugar y tan poco, dios menor, dios del olvido!

jueves, 30 de abril de 2009

NO SOY UN EXTRAÑO

La furgoneta me indica con las luces altas que ya debo cruzar la carretera de tierra para abordarla. Cruzo con dificultad por el peso de una maleta, un enorme paquete con muestras de hormigón y mi inseparable mochila roja llena de juguetes electrónicos, unos calcetines sucios y una autobiografía de Bryce pasada de peso. Subo. Conozco este lugar, no soy un extraño, pero los otros pasajeros no lo saben. Decido no ponerme los audífonos y postergar la audición de Tool que me había prometido. Tampoco contesto el teléfono, no hay señal en gran parte del camino y yo me he puesto en modo ocupado para el mundo exterior a la Hyundai. Tengo suerte, el chofer ha puesto baja la radio que trae a Joe Arroyo y aquello de en lo años 1600...no le pegue a la negra...de esclavitud perpeeeetua. Me pierdo los cuatro minutos y medio que dura la canción en el escenario de los años mil seiscientos. Hay una sombra mundial de gripe en los ánimos de los otros cinco pasajeros, una brisa a tensión con la que no coopero por un rato, porque el descenso de la carretera me copa los sentidos. Los meandros de asfalto hacen de diapasón a los meandros del rio que galopa a mi derecha y tan solo por una hora y media son más importantes que las elecciones seccionales. 80, 90, 100 kilómetros por hora, hacemos canotaje cortando las curvas de alquitrán y la Hyundai navega apacible buscando las tierras de El Dorado. Tenso los músculos veinte segundos, luego los relajo por treinta y cinco y mi cuerpo es un arco que se crispa para lanzar rayos de esperanza hacia el éter, hacia el arcoiris que se encuentra funcionando al cien por cien. Imagino que su trueno hace temblar el planeta. No veo su azote pero estoy seguro que caerén en tierras tan lejanas que nunca jamás conoceré, rehuirán a los espantos y curarán a los niños. La tierra empieza a aplanarse, una hora y diez, ciento quince kilómetros por hora, la Hyundai es un arca y todos quienes habitamos en mi cuerpo vamos de a dos: fantasmas, miedos, niños, amores, mascotas, amigos, padres, enemigos y jirafas. La mochila roja se ha convertido en una niña dulce que me mira embelesada, atado al mástil, recibiendo el reventar de las olas saladas en mi cara con lentes, goteando mi barba, los brazos y los hombros como cables, los hombres gritando mientras se lanzan al mar y mis brazos amarrados hacia atrás han dejado de doler, y me rio, me rio a carcajadas porque mis oídos han partido a tiempo y ya no escucho el canto de las sirenas, he sorteado la locura, yo Ulises, sereno en mi retorno a Ithaca.

lunes, 27 de abril de 2009

SEIS LECCIONES PARA UNA PALIZA BÍBLICA

La histórica reelección de Rafael Correa como Presidente del Ecuador, con más del 51% de los votos, y superando la sumatoria total de los votos de siete candidatos, más nulos y blancos, debe dejar algunas lecciones para la memoria:

La primera: los ecuatorianos no tragamos ruedas de molino.
La inusitada y virulenta operación mediática, las acciones de guerra psicológica y el factor miedo fracasaron estrepitosamente, a pesar de los recursos volcados desde la banca, las cámaras, la embassy y la Santa Mafia

La segunda: la derecha siempre apuesta unida al caballo "menos peor" (para ellos, off course).
Con el perdón de los caballos por la triste comparación, porque este desgraciado ni para "wey" da la talla. La derecha se aunó en los últimos días a la candidatura pestilente de Gutiérrez. Muchos de los que salieron a la calle a echarlo a patadas, ahora se apretaron la nariz y rayaron sobre el casillero "3", con el mismo gesto de asco con que se entra al baño público más mísero, porque no hay opción. Cómo sera la desesperación de algunos, que ahora tienen a Lucio como líder de la oposición. Hay gente que tiene mucho estómago para comer en la calle cualquier porquería.

Tercera: hay algunos que ni a palos entienden
Verbigracia: Montúfar, que no tuvo los votos ni de los firmantes de su pinche movimiento, por enésima vez, los hijos DP (UDC) que puntuaron tan bajo que no califican ni para castigo divino, Carlos González que por verguenza y por entrar directamente a la desocupación, bien podría ocupar su tiempo en graduarse de verdad en un colegio serio, u obtener por la vía legal un título universitario y devolver el que le regalaron. Con el respeto y cariño que le tengo a Groucho Marx, lo cito a propósito de estos impresentables: "Éstos son mis principios, si no te gustan, tengo otros"

Cuarta: la mejor manera de aparentar no perder es aparentar no jugar
Ya sé que entienden: Carlos Vera, el nuevo mejor amigo de George W. Ortiz; el propio George W. Ortiz, que fueron tan, pero tan rastreros que declararon paladinamente que el gran ganador de la jornada era el agente encubierto Lucio Gutiérrez. Me recuerdan al chiste aquel en que un argentino decía: "pero ché, somos el pueblo más grande de la historia, lo tenemos al mejor cantante de Tango que es Gardel, al mejor futbolista que es Maradona, somos primeros en todo, ché". Y el otro le contesta, "si, pero perdieron la guerra de Las Malvinas", y el porteño le dice: "¿Cómo que perdimos? ¡Si quedamos vicecampeones, boludo!

Quinta: organizarse, compañeritos.
Hay que hacer llegar la información al pueblo a pesar de los medios masivos de desinformación. Para esto se necesita organización y activismo. Porque el analfabetismo político es tan grave como el analfabetismo funcional de Alvarito.

Sexta: de ésta no les salvó ni Mandrake, ni la "clerigalla abracadabrante"
Ni los millones que invirtió la banca corrupta, ni los milagros de la Santa Mafia de Arregui, ni la militancia política de la prensa corrupta. Nada detiene el tren de la historia. Y a propósito de historia, y parafraseando a Facundo Cabral: Si el ciudadano Arregui hubiera estado en el cruce del Mar Rojo, habría estado del lado del Faraón. Amigos periodistas: no se sigan preguntando porque cada vez los sintonizan menos. Es fácil. Es porque ustedes cada vez están menos sintonizados con sus oyentes.

Yo por mi parte, sigo suscribiendo aquello de "Manos limpias, mentes lúcidas, corazones ardientes". Ahora con más ganas aún. Bella frase.

jueves, 23 de abril de 2009

NO ME EXTRAÑA TU PRESENCIA

Se es escritor, decía Vargas Llosa, cuando se entiende que escribir es la única manera posible de ejercer la vida. San Borges decía que nadie debería escribir antes de cumplir cuarenta y cinco años. Bien, creo que empiezo a enamorarme de este oficio sencillito y solitario de escribirles tres o cuatro veces por semana. Aún me faltan años - pocos- para ser digno del oficio según San Jorge Luis, con algo de empeño llegaré más bien que pronto.

Mi maestra, Chely Lima, novelista y guionista con muchísimo oficio y a quien le debo muchas lecciones grandes, decía que se hace oficio sentándose ante el papel en blanco, aún si nada surge para violar su albura, hasta que se haga hábito el sentarse a escribir.

Empiezo a entender a Vargas Llosa, decía, y quiero vivir este affaire con las letras, a ver si un día nos nace un hijo de papel y cartón. Entretanto, he comprendido otra verdad vital. Se nace, se crece, se hace un blog, se escribe y algún día, irremediablemente se muere en un tránsito solitario, como solitario resulta este oficio.
Alguien dijo con enorme belleza, que la arquitectura corrige las inadecuaciones del mundo, así como la literatura corrige las inadecuaciones de la realidad.
Mi experiencia hasta aquí fue que se escribe y se publica una "entrada", y como tantos actos de la vida, se lo hace para la mirada de alguien, para sentirnos aceptados en el espejo de mirada de los otros. Hoy el contador de visitas estuvo casi de vacaciones. Y no me importó, porque hoy estoy sentado aquí, maltratando las teclas para otros ojos, hasta ayer ajenos, hoy mis propios ojos.

Para el ojo interior, para el ojo de Horus que hay entre mis cejas, por el placer de palabras que bailan porque el mismo fuego que anima mis músculos, las hace girar en el aire, coronar mi cabeza como anillos saturnales y finalmente amarizar en el teclado. Palabras más o menos, no importa. Palabras como balas, como nimbos de ángel caído, como flechas de arquerías digitales, como ladrillos de sangre estallando contra la pared.
No me extraña, no me espanta, tu presencia, soledad, noche vacía, coronada de palabras en llamas.

miércoles, 22 de abril de 2009

A FERNANDO LUGO, AGAIN


Ay Fernando, Fernando... yo que tanto entusiasmo puse en tu defensa hace pocos días, que hasta un poema te escribí, aprendí una lección con todo esto: hay que tomar un poco de perspectiva para escribir y dejar que algunas cosas maduren antes de que el bloguero caiga por el propio peso de su error.

Así que vamos a completar el poema que llamé "A Fernando Lugo, hombre", con estos versitos improvisados:

Entre varias herejías
que cometiste Fernando
con calentura y ahínco
la que no tiene perdón
no es delito ni pecado
es mandato del papado
no haber usado el condón
(Fernando cinco)*

*Nótese que el último verso no debe entenderse como forzamiento de la rima, sino que necesariamente ha de leerse luego de la primera publicación.


lunes, 20 de abril de 2009

LA SANTA MAFIA Y LA NUEVA CRUZADA

La Santa Mafia repta sobre su reino que es de este mundo. La Santa Mafia ya no encuentra tan malos a los peores hijos de Lutero. La Santa Mafia ya no discierne si es que juntos o revueltos. Como en sus peores tiempos, la Santa Mafia sube solemne a los púlpitos y compungida y adusta advierte a sus feligreses sobre los peligros de votar por los hijos del mal. La Santa Mafia, se reúne en la Catedral de Guayaquil y decide apoyar a Lucio Gutiérrez para la presidencia del Ecuador, porque "coincide con su proyecto de gobierno" simplón y fascistoide. La Santa Mafia cree que no sabemos de su coincidencia de siglos con lo más abyecto del poder, con la rapacidad del terrateniente, con el saqueador -sepulcro blanqueado- de fondos públicos. La Santa Mafia cree que no nos enteramos de su obsecuencia con la rapiña, el lavado de cerebros y la ignorancia como política de estado. La Santa Mafia, representada por Arregui y algún pseudo representante de los grupos evangélicos han hecho ecumenismo para arrodillarse contritos ante el agente Gutiérrez y elevar un par de salmos a la buena salud de su añorado George Walker Bush.

La Santa Mafia lo ha hecho, cínica y jetonamente, al cumplirse cuatro años de la Rebelión de los Forajidos, revuelta ciudadana que echó de palacio al autodenominado "dictócrata" con una gigantesca muestra de dignidad de más de 600.000 quiteños. La Santa Mafia tiene vista gorda para la memoria histórica y escasa vergüenza moral para su propia excrecencia.

Lo que la Santa Mafia del Opus Dei parece olvidar, es que hagan lo que hagan, apoyen a quien apoyen, aún con las vírgenes que pronto llorarán, como lloraron con Alfaro, o con las giras nacionales de alguna advocación popular, que pronto viajarán del Carchi al Macará; aún con ellos en la vanguardia de su cruzada maloliente a naftalina, incienso y dólares guardados, aún así, vamos a volver a echar a su canonizado San Lucio del Exodo sin disparar una bala, sin una sola cachetada, sin una piedra. Y si hace falta, también a la Santa Mafia, que ya va siendo tiempo. Nada personal.


POBLACIÓN DE UNA GOTA DE AGUA


Gota, en camino al grano

de arcilla terminal,

el revés de tu mano


Quirúrgica, orbital tu vida

Población de gota de agua

Atenas, un charco,

El cosmos un botellón,

gota de agua


Centurias, tu vida

entre el alero y la calle

población, gota de agua viajera

de tu clavícula al vientre

La Odisea

Gota


Quién la deslumbrante

Quién el sabio en tu coloide secular

Gota poblada de habitantes

Agua, estrategia de la esfera

Agua, gota



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miércoles, 15 de abril de 2009

A FERNANDO LUGO, HOMBRE


"Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor, pero la violencia es practicada a plena luz del día"
John Lennon

Como ya es vox pópuli, la peor parte de la vox dei ha condenado al averno a Fernando Lugo, presidente guay del Paraguay, por unos polvos pasados devenidos en lodos por obra del Goliath mediático, y por haber engendrado hijo de hombre, tras conocer bíblica y repetidamente mujer. A Fernando, le he escrito estos versos:


A FERNANDO LUGO, HOMBRE


Fernando Lugo
sentenciado a castidad
-¿debo decir casticismo?-,
creyó de buena fe
encarnar la vocería
de Dios himself;

Convicto de pastoría
sufrió la domesticación
la inquisición
y la inquina

Fernando Lugo
culpable de clerecía,
reincidente perpetrador de obispado
Fernando un día
Fernando dos
para ser libre
seráfico y bello
colgó el hábito del pomo de un lecho,
el miedo de una silla
y formando hilera de cuatro zapatos
dos zapatones, dos zapatitos
Fernando
cambió al hijo de un dios
por las alas abiertas de unos muslos
y encontró abismado, enorme
un hijo de hombre
en un vientre bajo de mujer
Fernando tres

Tantas veces padre, padre ninguna
tantas veces padre
padre por fin.

Fernando de la Cruz,
bajado hacia la gloria
el cielo por cubierta
amor aquí, amor allí
amor guaraní

Fernando, ama tu grey
nunca más fernando gray
hijo del hombre
padre del hombre
comunión de hombre con mujer

Amor de multiplicar
prójimo al amor
niño, mujer, gente
acerca tu cielo al suelo, Fernando
Fernando cuatro
Fernando Lugo
libre, seráfico
padre, mundo.
FERNANDO LUGO Y HEBE DE BONAFINI EN PLAZA DE MAYO


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