domingo, 28 de junio de 2009

CINTURA DE AMÉRICA, CORAZÓN DEL FUTURO

Te desmoronan hijos y gusanos,
se extienden sobre ti las alimañas
y una tenaza te arrebata el sueño
y un puñal con tu sangre te salpica
mientras se despedaza tu estandarte.
Alta es la noche y Morazán vigila.
Pablo Neruda
Me impresiónó hondamente la cumbre de la OEA de hace unos días, por varias cosas simultáneas: La readmisión de Cuba, el discurso vibrante del canciller venezolano, la fuerza de las palabras de la canciller hondureña, los nuevos vientos que corren en la otrora recadera del imperio. Pero hubo un detalle que me conmovío, y era el rótulo en panaflex que estaba en la pared posterior y que decía: "La NO violencia".
El golpe torpe, simiesco y brutal contra Honduras y contra todos los pueblos de la Patria Grande, contrasta con aquellos días esperanzadores, en el corazón de uno de los países más pobres de la tierra. La escena bien podría desarrollarse en Bolivia, Ecuador o Venezuela: cambie al cerdo corrupto de Micheletti por cualquiera de los conspiradores de aquellos países y ponga limón al gusto, la receta es exactamente igual. Se compone de: voracidad transnacional, atracadores de fondos públicos, monopolios productivos y financieros, partidejos lacayos y prensa corrupta y desinformadora.
El discurso anodino y grasiento que profirió el cerdo Micheleti al asumir el mando usurpado por la soldadesca, recuerda la misma cantaleta cansina y sin sal con que se pretendió seguir engañando a los pueblos de la América. La torpeza, enorme como la voracidad de las élites latinoamericanas, consiste en la falta absoluta de timing de estas élites malolientes. Si uno se para en las vías del tren y estira una manito gorda para detener una locomotora, será recordado más como imbécil que como audaz. El tren de la historia y de la revolución no se detiene ya, señores gorilas bananeros y grasientos representates de las oligarquías.
Esta es más que una época de cambio, un cambio de época, en palabras de Rafael Correa. La inmediata reunión del ALBA, las declaraciones contundentes de los presidentes latinoamericanos y la reacción de la gente hondureña que avanza en caravanas hacia Tegucigalpa, lo confirma.
Cortaron, al mejor estilo de lo aprendido en la Escuela de las Américas, y en las becas a Washington, los servicios básicos, la electricidad y sobre todo la telefonía. Así, han supuesto estos simios ignorantes, que retrasarían la respuesta del pueblo y la interacción social por via de celulares, internet y redes sociales. Craso error, émulos ridículos de Pinochet y Galtieri. Ya veremos como el lema de la cumbre 39 de la OEA, la NO violencia, empieza a ser metodología de resistencia civil.
Veo varias acciones en el horizonte, que creo acertadas:
_ Presión latinoamericana sólida y unitaria
- Cierre de fronteras en Guatemala, El Salvador y Nicaragua
- Convocatoria local a huelga nacional indefinida
Por parte de la reacción hondureña, quedan pocas fichas por mover. Lamentablemente, para desmoralizar las acciones de resistencia civil, solo les quedará la posibilidad de imponer terror a través de los carcelazos, las golpizas y la muerte de civiles. Esto aislará aún más a Honduras y enervará los ánimos de los manifestantes. Es posible también que haya un cisma en las fuerzas armadas hondureñas, entre la alta oficialidad y la tropa, lo cual será indefectiblemente alimentado por la gente en las calles. Finalmente, con el restablecimiento de las comunicaciones, habrá un caudal de información circulando, que probablemente intentarán controlar y restringir. Hoy por hoy, no se puede acceder a algunos sitios web hondureños, como http://www.msps.gob.hn/, website oficial de la municipalidad de San Pedro Sula, entre otros muchos bloqueados, lo que demuestra que la orquestación de la asonada viene de hace largo tiempo.
Pretender que el golpe militar y oligárquico contra el pueblo hondureño es un acto en defensa de la democracia, es propio de imbéciles que no tienen respeto ni por su propia imagen política. Ya se sienten voces que se levantan como marejada en toda la Patria Grande. Hay que ir más allá. Una computadora con acceso a la web hace hoy en día mucho más que un AK-47, porque nos da la posibilidad de intervenir globalmente en procesos locales que nos competen, como el de Honduras. Blogs, mensajes, posts, son las nuevas armas del viejo y querido internacionalismo solidario.
Y a los torpes y retardatarios golpistas, más les vale dejar paso a los cambios que nuestros pueblos realizan en democracia, porque el tren no se para con la mano, ni aunque la mano esté armada de porras y fusiles. El cambio está aquí y no vamos a dar ni un paso hacia el pasado. Sépanlo los separatistas de Bolivia, las oligarquías financieras del Ecuador, y los pitiyanquis en Venezuela. Alta es la noche y Morazán vigila.

LA PENÚLTIMA PARADA

El olor acre, mezcla de sudor de un día de juegos y de frutas rancias de lonchera , llenaba el aire del autobús y no dejaba casi espacio para pensar en otra cosa que no fueran las ganas de largarse. Lo recuerdo muy bien. Era uno de esos buses trompudos, que tenía una jiba enorme en medio del corredor, con un motor ruidoso gruñendo con esfuerzo, debajo de su caparazón de lata y corosil. Arriba del espejo retrovisor, una tapa larga de tol lucía un hermoso emblema del fabricante de la carrocería. Decía "Wayne", en medio de una especie de corona principesca. Todos los niños hacíamos de aquel cacharro antediluviano la extensión del último recreo y del patio de la escuela. Los que ocupaban el asiento delante de mi competían por ver quien ejecutaba con mayor perfección su propia interpretación del hit del momento, que se llamaba "Pop Corn". La gracia consistía en hacerlo abriendo la boca en redondo, como pez, y sacando notas del golpeteo de los dedos en las mejillas. En la radio sonaba "The night Chicago died"y yo pensaba que aquella banda debía ser la mejor del planeta tierra y mundos aledaños.
Yo solía ir sentado solo, hacia la mitad del autobús, al lado derecho. Me gustaba ver cómo se divertían los chicos mayores y me aún más me gustaba ver la calle a través de la ventana corrediza vertical con que limitaba mi asiento del bus y dejar a mi mente escapar por ella a la primera oportunidad en que todos vieran para otro lado. Empezaba por flotar en el asiento, y así, levitando, abría la ventana y salía flotando en el lapso del desembarco de algún niño del bus. Luego estiraba los brazos hacia adelante y empezaba a volar a unos cuarenta centímetros del suelo. Siempre me figuraba mis aventuras imaginarias como titulares de la prensa: "Nuevo superhéroe salva la ciudad", "Niño volador sorprende a la capital al mediodia de ayer". Volaba bajito, bajito. Cuando llegaba a ese punto me invadía una placidez dulcísima y me dejaba resbalar un poco, entre la maleta de cuero y la pared metálica de la carrocería, hasta que delante de mis ojos solo estaba el respaldo del asiento delantero y no veía a nadie y nadie me veía a mi. Así podía volar impunemente hasta llegar a la casa, admirado por las niñas más bonitas del colegio y por todos mis amigos que por aquel entonces no pasaban de tres.
Al día siguiente, iba a la parada de bus de mano de la Carmelita, que era la empleada que me cuidaba, y le iba contando todas las hazañas que había realizado el día anterior, seguro de que en su inmensa ternura de señora gorda, cabía espacio para el anonimato de mi verdadera identidad. Mi confidente entonces abría unos ojos enormes y me decía - ¡¿Ah siiiiii?!- con una mezcla de estupor, complicidad y respeto, que me daba fuerzas para llegar a la escuela a enfrentarme con el archivillano engominado de mi profesor de cuarto grado, que se llamaba Fernando algo y que nunca tuvo el gusto de verme soltar una lágrima cuando me levantaba de las patillas "para que conozca el mundo" según le gustaba repetir. Yo era un superhéroe, la verdad sea dicha, muy noble. Nunca usé mis superpoderes para reventar al profesor Fernando algo, ni al Ríos, que una vez me ahorcó delante de mis amigos, aunque luego seguimos siendo amigos.
Era muy lindo volar bajito y salvar a las niñas, y recibir dulces de las abuelitas luego de salvar a la ciudad de un meteorito, detener a una banda de robaniños, o lanzar al espacio exterior al Coronel Chupina, que se llamaba asi de verdad y era un torturador siniestro que vivía a pocos pasos de mi casa y a quien en mis ocho largos años de vida, nunca le ví soltar una sonrisa y por eso le tenía terror. Fue por aquel tiempo en que , como todo superhéroe, descubrí que tenía una Némesis, una Kryptonita, un archivillano arcano al que no podía doblegar. Aparecía cuando bajaba del bus y recorría desde la esquina, donde estaba la cantina de Don Paco, hasta mi casa. Era un sentimiento extraño, que corría desde la parte baja de la panza y se instalaba en el centro del pecho. Entonces sabía que me quedaban segundos para llegar a casa, golpear el portón de lata y recibir la salvación en el abrazo de mi mamá. No sabía como se llamaba eso, pero estaba seguro que era de la misma naturaleza que los cristales verdes que tanto jodían a Supermán.
Nunca esperé más gratitud que una sonrisa o una palmada en el hombro, pues era un superhéroe a la antigua, es decir con valores. Mientras tanto, crecí un poco y en proporción, aprendí a volar más alto y a acometer tareas mayores: rescataba familias de autos accidentados y en llamas, desviaba misiles en países lejanos, y salvaba al hipopótamo del zoológico de morir atragantado con una pelota. Pero el tiempo, implacable, fue haciendo mella en mi, con su asedio de anticuerpo que me combatía con su sustancia letal. Entonces un día, cuando ya la niñez era algo que padecían otros y yo no, lo supe. Me senté en una vereda y supe, a mis quince, que aquello que me roía la vida se llamaba tristeza, y que cuando nadie venía al recate y trayendo un antídoto adecuado, se iba conviritiendo en algo más mortífero y mortal, que los grandes llamaban desolación.
Pero, como los superhéroes también maduran y se hacen más sabios y nunca dejan de ser buenos de raíz, aprendí a convivir con ellas, con la tristeza y la desolación. Venían a la salida de las fiestas, o cuando los amigos se habían ido, o cuando una niña esquiva me rompía el corazón o simplemente llegaban cuando les daba la gana de venir. Y como el superhéroe que solía ser, hasta la penúltima parada antes de casa , sé que mis enemigos están ahi, siempre al acecho, que estarán alli siempre y que no se irán. Que son los cables de los que quedo suspendido cuando he sido abatido por un villano vil. Que cuando ya no estén, ya no habrá nada de que quedar suspendido evitando el vacío, y será el fin. Pero aún entonces, cuando ya no quede ni la tristeza para sostenerme, me levantaré de mi asiento, levitaré un poco para abrir la ventana y entonces, ya sin nadie para atestiguarlo, volaré bajito, bajito por horas, hacia un sol rojizo de media tarde , con mi capa al viento y el recuerdo del cariño de papá, del abrazo de mamá y en la confianza de que Carmelita, mi fiel Carmelita, nunca, pero nunca jamás, revelará el secreto de mi verdadera identidad.

jueves, 18 de junio de 2009

LOS DIENTES DE LA NOCHE

El último acorde de la Gibson sonó como un campanazo. Las baquetas cayeron al suelo mientras las manos del baterista detenían la vibración terminal de los platos, en el último fraseo de Come together. Un olor acre, a demasiada gente, invadió la pequeña suite. El de la guitarra miró al del bajo,por debajo de los anteojos. El baterista esquivó los ojos del bajista, simulando ajustar la altura de la silla. El de la rítmica salió a orinar mientras fingía atender una llamada. Entonces el del bajo apoyó cuidadosamente el instrumento sobre el soporte y fingiendo una serenidad que no tenía, dijo al del micrófono:

- hermano, lamento decirte que hemos decidido pedirte que dejes la banda

El cantante sonrió casi con afecto, desenchufó el micrófono de la consola, enrolló el cable cuidadosamente, limpió con un paño verde la Hohner Blues Band y la guardó en el bolsillo izquierdo de la camisa. Bajó las gradas, acarició por última vez al perro del garage y salió a la calle. La noche, mascota colosal de los dioses, lo mordió juguetona. Abrió la alcantarilla y siendo el octavo día, descendió a los infiernos cantando.

El conductor de un camión que pasaba aseguró a la patrulla policial que de la alcantarilla salía en perfecto estéreo, un estribillo que decía:

Jai guru deva om
Nothing's gonna change my world
Nothing's gonna change my world...