En los altavoces suena repetida hasta el cansancio una canción de Los Iracundos"te llamé, porque hace un año, que no hablamos..." y los niños se lanzan arena y risas., ajenos al mundo. Tienen ocho años cada uno y el sol es una promesa y no un látigo para sus espaldas llenas de gotas y arenitas. Corren, bordeando el lago, en la frontera entre el agua y la sed, entre la playa y el agua. El lago de Izabal es un pequeño mar de agua dulce, con olas y arenas candentes y con una playa sin sal, desde donde no se mira la otra orilla.
Los niños arden por dentro, contaminados con un fueguito azul, que no saben nombrar. Las almas, pequeñitas como luciérnagas, ni parceladas, ni vendidas; los ojos asombrados el uno de su reflejo en el otro. El se atreve, audaz, y la toma de la mano. Ella no dice nada y sigue corriendo, a su lado. Él enrojece por su atrevimiento, y la suelta. Nunca las bocas compartirán alientos, nunca un abrazo cruzará la frontera de humedad, porque aún su hora no ha llegado. Ella le dice mirándolo a los ojos con intensidad:
-¿Y por fin, te vas a decidir?
Yo me quedo sin mover un músculo, esperando la secuela de esta frase, extraña a los ocho años de edad. Él ha enrojecido como un tomate a término y rígidos los músculos, baja la mirada. Ella lo remata con otra frase, mientras la arena dorada cae como bendición de su cuerpecito de ángel en capullo.
-¿Me vas a tratar de tú, o me vas a seguir tratando de usted?
Me los llevo en una foto, para revisarla detenidamente en casa, esperando descubir en ella y recuperar para mi, si posible, la mirada del asombro.
Un mayordomo discreto
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Hace tiempo que el mayordomo conoce que la relación matrimonial de los
dueños de la casa se encuentra en crisis. Cada noche, los escucha discutir
con elev...
Hace 11 años
2 comentarios:
Quise comentar ayer no me dejó alguna presencia invisible dentro de mi compu. Pero te quería decir que yo vi a una pareja de niñitos (10, 11 años) en Lisboa esta primavera, que me conmovió tanto como esta parejita en el lago. Brincaban de la vereda a la calle y en un momento en el que yo me contuve la respiración, él alcanzó la mano de ella, y siguieron caminando así hasta que los perdí de vista.
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