jueves, 18 de junio de 2009

LOS DIENTES DE LA NOCHE

El último acorde de la Gibson sonó como un campanazo. Las baquetas cayeron al suelo mientras las manos del baterista detenían la vibración terminal de los platos, en el último fraseo de Come together. Un olor acre, a demasiada gente, invadió la pequeña suite. El de la guitarra miró al del bajo,por debajo de los anteojos. El baterista esquivó los ojos del bajista, simulando ajustar la altura de la silla. El de la rítmica salió a orinar mientras fingía atender una llamada. Entonces el del bajo apoyó cuidadosamente el instrumento sobre el soporte y fingiendo una serenidad que no tenía, dijo al del micrófono:

- hermano, lamento decirte que hemos decidido pedirte que dejes la banda

El cantante sonrió casi con afecto, desenchufó el micrófono de la consola, enrolló el cable cuidadosamente, limpió con un paño verde la Hohner Blues Band y la guardó en el bolsillo izquierdo de la camisa. Bajó las gradas, acarició por última vez al perro del garage y salió a la calle. La noche, mascota colosal de los dioses, lo mordió juguetona. Abrió la alcantarilla y siendo el octavo día, descendió a los infiernos cantando.

El conductor de un camión que pasaba aseguró a la patrulla policial que de la alcantarilla salía en perfecto estéreo, un estribillo que decía:

Jai guru deva om
Nothing's gonna change my world
Nothing's gonna change my world...

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