viernes, 2 de octubre de 2009

DOS LADOS TIENE UN ESPEJO

Salir al a calle en San Salvador parece, según se percibe, una aventura mayor aún que caminar solo por la capital guatemalteca. La Mara Salvatrucha y la M18 son los nuevos amos del asfalto y el cemento. Desde la prisión, sus líderes han convocado a golpear los barrios de clase media alta con secuestros express, robos de autos y asesinatos. A la Mara no se ingresa, se brinca. De la Mara no se sale, uno simplemente se tranquiliza. Esto significa que uno se ha convertido en siervo de Jesús, sin haber dejado la Mara. Uno va al culto, aplaude, llora, reza, cae postrado de rodillas, pero si se es convocado a un asesinato por el líder de la Mara, se debe cumplir con el compromiso de sangre. A la Mara, si se es hombre, se brinca recibiendo una golpiza por parte de los demás colegas. Si se es mujer, se hace el trencito, que implica tener sexo con todos los miembros del colectivo marero, en una sola jam sesion.
Salir a la calle es una aventura para dementes o alucinados. Se sale, desde los barrios altos, en auto propio solo a los malls o a sitios cerrados, de los mismos barrios altos. Si uno decide, como Armando y yo, salir al centro, se llama un taxi. Armando lo hace por los dos:
-Por favor, un taxi para el Alcázar- lo dice en su mejor acento cubano- pero sin ninguna identificación de taxi
Le pregunto el porqué.
-Porque si tu tomas un taxi significa que tienes dinero, entonces te bajan del taxi y te asaltan y probablemente te matan.
Subimos al Sentra blanco, el hombre de piel cetrina y de mirada fría nos saluda con amabilidad profesional, pero con enorme distancia.
Llegamos a la interesección del Blvd. Arnulfo Romero y la 2a. Oriente. La catedral de dimensiones colosales se presenta como una montaña en medio de una centro urbano descuidado, tomado por el óxido y el abandono. Ascendiendo por la escalera atrial del templo, en el que no se puede -ni se debe-tomar fotos, evoco imágenes de la premiada "Salvador" de Oliver Stone y del "Romero" protagonizada por el inolvidable Raul Julia. Un escalofrío me recorre el espinazo, mientras me acerco al magnífico altar donde cayó asesinado el mártir, bajo las balas de los escuadrones de la muerte, que luego alimentaron las bases del partido ARENA. Armando me hace una seña y me paro disimuladamente, entre su celular con cámara y el presbiterio. En el preciso momento en que suena el clic, alzo a ver la enorme cúpula y pido al alguien o a algo allá en lo alto, por el alma del querido Monseñor. El portero que barre cerca de los muros del retablo pictórico nos mira con sospecha.
Al salir, miro las estampas con la imagen de Romero y los libros, mientras Armando me comenta:
-El del taxi estuvo veinte años en el ejército, por eso es que yo no le doy mucho carrete sobre algunos temas.
Por supuesto, yo si que decido hacerlo hablar y empiezo por hacerle a Armando un comentario inocuo, casi aséptico, a manera de jalalenguas para el conductor.
-¿Alguna vez la guerrilla estuvo combatiendo en San Salvador?
El taxista irrumpe en la conversación y se suelta a decir:
- Dos veces: En la ofensiva del 81 y en lo que ellos llamaron la Ofensiva Final en el 90. Fíjese que atacaron en todo el país al mismo tiempo. ¡Cómo costó sacarlos de la capital! Estaban en las casas, se ponían la ropa de los dueños para confundirse, se subían a los edificios y desde ahí disparaban a la policía y al ejército con silenciadores. Los helicópteros va y va de volar, pero no los veían porque no estaban en las terrazas, sino en las ventanas. Já. Fue jodido...
Le pregunto si combatió.
- Primero en la policía, un año, luego en el ejército. Nos mandaban un año al frente, aunque fuera para dirigir el tránsito luego. A mi me mataron un hijo, de cinco años.
La edad de mi nena pequeña, me digo y no puedo menos que conmoverme, aunque mi corazón esté, como debe de estar, a la izquierda.
- Fíjese que un amigo mío era experto en bombas, sabía como hacerlas de todo tipo y tamaño y estaba en la fuerza. A el, alguien lo denunció como guerrillero, y los mismos soldados, sin investigar, se fueron para su casa y mataron a toda la familia, siendo que eran compañeros de él. Cuando el hombre vio aquella matazón, se volvió al cuartel. Puso una bomba en el casino, otra en la gasolinera del cuartel, otra en la puerta por donde pasaba el general. A las mismita hora, activó todas las bombas y voló todo aquello. En ese instante se fue del cuartel, directito para el monte con los combatientes, y ya no volvió a saberse de él.
Me cuenta también que tuvo amigos que se fueron al monte, y ahora mismo hay en la empresa de taxis, un exguerrillero y dos ex militares, y todos se llevan bien.
- Pasa el tiempo y uno ya ni se acuerda, eso ya quedó en el pasado.
Armando le da las indicaciones para ir al Museo de la Memoria Histórica. Llegamos luego de un par de preguntas en la calle. Entramos y en el mostrador que nos recibe una muchacha conversa con un hombre de mi edad. Ella le está contando una anécdota del conflicto, y nos dice
- Este mes es gratis el ingreso
- Genial- digo yo con acento ajeno
- Ah, pero si son extranjeros les cuesta un dólar
- Yo como Serrat, no me siento extranjero en ningún lugar- digo- donde haya lumbre y vino tengo mi hogaaaar- canturreo, mientras los cuatro nos reimos.
- Ah, pero eso no cuenta, me responde, a la vez que su compañero me pregunta de donde soy.
- De Ecuador- le digo, como buscando complicidad
- Ah, ¿pero sos de Correa, o de la contra?
- Mira, si fuera de la contra, no estaría aquí sino en el mall- le digo y nos volvemos a reir todos.
El museo tiene una exposición temporal de Salarrué, que se convierte en un hallazgo literario para mi, con sus hermosos textos y su sensibilidad de poeta, pintor y su misticismo universalista. Al fondo, encuentro mi tesoro, que es la recreación de Radio Venceremos, con los equipos originales desde los cuales se transmitía a gran parte de América Latina y por supuesto a las montañas salvadoreñas, la versión insurgente del conflicto, sus entrevistas, su inyección de ánimo y su moral revolucionaria. Las fotos y el montaje son sencillos, pero impactantes. Las caras jóvenes, casi niñas, de los insurgentes, el entusiasmo épico, imposible ya en estos tiempos de heroismos invisibles. En varias de las fotos está Santiago, sobrenombre de guerra del periodista venezolano Carlos Henríquez Consalvi, quien tuvo a su cargo la operación y dirección de la emisora. Me asombra saber que nunca pudo ser detectada, ni por el ej{ercito ni por los gringos, porque estaba bajo tierra, y sus antenas, camufladas al interior de un enorme árbol y protegida además por la complicidad de algún espíritu maya.
Armando y yo salimos al mostrador, elegimos un par de libros y dvd´s cada uno, y en ese momento nos topamos de manos a boca con el propio Santiago que sale del museo. Conversamos un par de palabras y le pido tomarme una foto con él, que accede gustoso y cruza el brazo encima de mi hombro en actitud familiar que queda grabada en el Nokia de Armando.
La mañana está por agonizar y nos bajamos en la Gran Vía, un impresionante mall, de jardines, golfitos, paseos y guardias, a tomar el mejor café local y a seguir resolviendo el mundo, tras de una vidriera muy elegante, con una hermosa arquitectura como panorama y la visión de las mansiones con helipuertos del monte vecino, donde según me dice Armando, viven las 12 familias que han controlado este país antes, durante y después de la guerra.
Ahora, el FMLN es gobierno y Mauricio Funes, un presidente con tres meses de ejercicio y un tino enorme para manejarse en este país donde los odios políticos parecen haber amainado, sin dejar de palpitar, y donde tres millones de armas están en manos de la mitad de los seis millones de salvadoreños. Reflexiono y pienso que ahora estoy en el mall, no en el museo, pero que sigo sin estar en la contra ecuatoriana. He sobrevolado muy levemente los dos lados del conflicto armado y he estado en los dos lados de la vida y de la muerte en solo una mañana centroamericana. Pago los dos cafés empuñando la poco heroica y muy fucking tarjeta de crédito. A Armando le gustaría presentarme a su amigo, el hijo de Roque Dalton, pero parece que anda filmando algo en los Estados Unidos. Guardo la factura en el bolsillo trasero y bajamos a esperar a Olga que nos va a recoger en la puerta de la tienda que vende Ferrari, Maserati y Porsche para todo El Salvador. Me rio hacia adentro y me repito burlona y mentalmente ... todo El Salvador . La vidriera quita el aliento con modales pornográficos. Compruebo que en mi sobre manila estén mis libros sobre Radio Venceremos, mis vídeos sobre el conflicto, y le hecho una mirada casi obscena al Porsche Speedster 256 que me hace un guiño plateado y clásico desde detrás del vidrio inalcanzable. Compruebo, antes de subir al auto de Olga, que mi pasaporte está en el pantalón y que mi corazón sigue estando a la izquierda y que allí anida todo el resto del El Salvador, que no cabe en la vidriera.

jueves, 1 de octubre de 2009

CARNE DE FRONTERA

El Tica Bus es cómodo, enorme y climatizado. El viaje se desarrolla con morosidad y bajo ramalazos de agua, me hace evocar un abanico de recuerdos ajenos . El paso de frontera es muy ordenado y se deja Guatemala con la sensación de que no se la deja , pues la línea que la separa de El Salvador es inútil porque en la realidad, no divide casi nada. El ser ecuatoriano en esta raya arbitraria implica muchas cosas, ninguna de ellas favorable para el viaje. El revisor salvadoreño sube chequeando de puesto en puesto los pasaportes y las cédulas. Es cosa de segundos para los gringos, las francesas, el canadiense, los nacionales y los guatemaltecos. Me animo al ver que está por terminar, pero pronto se me va el entusiasmo cuando observo que revisa mi pasaporte con meticulosidad casi científica. Lo lee página por página, rasgo por rasgo, sello por sello. Comenta para si mismo:

- estos colores están muy vivos... - Se refiere a mi visado guatemalteco, estampado en el consulado chapín en Quito.

Mientras, me he puesto de pie, en parte para estirar las piernas y en parte para demostrar seguridad ante el escrutador funcionario.

- estuvo en Venezuela...

Le contesto con un si afilado y cortante, que le hace notar que fue en 1999 y que en ese año, estar en Venezuela solo significaba estar en Venezuela.

- Tiene visa americana...

En el exacto momento en que voy a decirle que si, pero que caducada, cambia la página y yo sobre la marcha cambio el guión y le respondo solo con un despectivo "Si".

- Mire Don, ahí al lado de la venta de pupusas, hay un ciber, sáquele copias a las páginas 1, 8 y 9 y regrese.

Bajo de un salto las escaleras del Tica Bus y atravieso la Panamericana en tres trancos. Saco las copias y me cobran 20 centavos de dólar. Me siento en casa. Giro, corro y me detengo a comprar un paquete de pupusas de a 3 por un dólar. Subo al Tica Bus con mi trofeo aún caliente en la mano derecha, y las pupusas en la izquierda.

- Mire Don- le digo- Aquí están las copias-

- Ah, vah, ta bueno. Espéreme un momentito Don.
Está cargándole la mano un poco al gringuito de atrás que va con un nacional. No sé si son una pareja gay o un par de predicadores, también gays, pero no emparejados.

-Ahora, atrás de la copia, póngale su nombre, los días que va a permanecer en El Salvador y la dirección a la que va a llegar. ¿Va a llegar a hotel?. Cometo el error de decirle que no, que llegaré a casa de amigos. Caigo en cuenta que tengo en el bolsillo la dirección de un hotel que anoté por si acaso, pero es muy tarde para dudar.

-espéreme un momentito- le digo, -voy a llamar a mi amiga para que me diga la dirección.

Marco el teléfono desde mi celular.

-Olguita, hola, estoy en migración en el paso de frontera, necesito con urgencia tu dirección

El bus entero empieza a molestarse, no con el revisor, sino con el extranjero, ya incómodo a estas alturas.

Mientras anoto apuradamente la dirección en el papel, bajo la mirada atenta del revisor, que busca de algún signo de duda o nerviosismo, ocurre. Se cae al suelo la batería del teléfono y la escena de mi llamada parece absurdamente falsa, porque he seguido hablando mientras la batería ya estaba en el suelo. Me siento perdido, e imagino que protagonizo la secuela de "Expreso de Medianoche" en versión mesoamericana. Antes de que el pánico progrese, el gendarme me dice

- Vah pues, bienvenido al Salvador.

Me siento aliviado, libre de la inminente cárcel turco- guanaca. El Tica Bus avanza contento hacia un atardecer glorioso, de postal, y en poco tiempo un letrero verde anuncia la cercanía de Santa Ana. Miro el maravilloso paisaje y me emociono recordando que mis padres vivieron su luna de miel y un año más, en esa ciudad. También me asaltan los recuerdos de la insurgencia y la guerra y todo se vuelve un mix coctelero que ataca directo al corazón. Abro el envoltorio de espuma y plástico de las pupusas y me llevo la la boca mi primer bocado del almuerzo, a las 5 pm. El infierno eterno ha comenzado en mis labios, lengua y paladar.

- ¡La gran puta, esto está que quema! digo a voz en cuello
- Desde hace demasiado , joven, desde hace demasiado...- me responde la señora del asiento de atrás

miércoles, 30 de septiembre de 2009

DE CHACALES Y CORDEROS


En el Chile de Pinochet se reconocen alrededor de 3500 detenidos - desaparecidos. En la Argentina de los Generales, la cifra sube a 35000. En la Guatemala de entre los 50 y los 90, los bandos reconocen entre 250.000 y 300.000 personas asesinadas, masacradas y desaparecidas. Uno de los más notorios represores, el General Efraín Rios Montt arrasó 440 aldeas enteras, con todos sus habitantes, en más de 600 masacres absolutamente documentadas mientras practicaba las formas más horrendas y estremecedoras de crueldad que recuerde la historia del género humano. El general ahora es congresista electo, lo que le garantiza inmunidad y pervivencia de su cacicazgo infame y su tutelaje sobre la pírrica democracia chapina. En muchas de las aldeas masacradas, el general obtuvo, años más tarde, notorias victorias electorales. Con un índice de analfabetismo del 31.7%, Guatemala lidera tristemente al continente, solo un poco detrás de Haití. En una de las aldeas borradas del mapamundi por éste tristemente célebre delincuente de clase mundial, obtuvo una victoria de más del 50% de votos válidos.
- Si a mi los indios me adoran- dijo el general a la prensa.

Lo que omitió decir el general, es que sus activistas de campaña habían ido a hablar con los indígenas, sin ningún tipo de insignia o bandera que los identificara como mercenarios del FRG, el partido de Ríos Montt, y les habían dicho lo que repitieron en toda la república:

-Ustedes odian al General. Cuando tengan la papeleta en sus manos, táchenle la cara para que se sepa que no quieren que regrese.

Una vecina de la aldea ""Las RR" , que perdió a sus amigos y familiares en una matanza dice al ver que se están encontrando las fosas comunes y se hace antropología forense sobre los restos de sus muertos:

"Estoy admirada cuando veo que están excavando el pozo, porque pensábamos que la vida de nosotros no valía nada. Sentíamos que éramos animales y que con sólo hablar nos vendrían a matar. Bastante gente tiene miedo todavía. Pero ahora nos queda el aliento de que hay alguien que se acuerda de nosotros. A mí ya no me importa lo que me pase ahora si la verdad se dice". A mi tampoco.

martes, 29 de septiembre de 2009

PERO EL AMOR ES MÁS FUERTE

A Pablo Lazarinni, amigo.

Pueden jurar que no es verdad

el viejo sueño de volar
pueden guardarte en una jaula, por nada
pero el amor es más fuerte
pero el amor es más fuerte
pero el amor es más fuerte
Tango Feroz

Querido amigo:
Tantos lugares comunes, tantas frases hechas, pero ninguna te queda, Pablo, porque no eres alguien de lugares hechos ni frases comunes. Hoy que te fuiste, no te fuiste para terminar una vuelta de rueda, te mudaste a inaugurar otra, a mirar con intensidad las ruedas girar, como el viejo Lennon. Hace tan poco que enchufabas la guitarra y el micrófono y cantábamos Presente de Vox Dei y El Amor es más fuerte. Te miro partir, yo con lágrimas, tu con la alegría de vivir que nos dejas, pedaleando la bici hacia la mejor luz con tu cámara y tu guitarra, a vivir el asombro que llena tus ojos de niño, más bien de pibe travieso con el corazón aventurero y más nuevo que nunca. A la hora en que te ibas tarareando, yo tomaba una foto sencilla, esta foto de este bosque con saetas de sol, en la selva Maya, que te regalo ahora. Diste la pelea sin abandonar, paciente, vibrante y sereno hasta el momento oportuno de dar el salto hacia el otro lado. Break on through fo the other side, cantamos en tu casa. Irrumpe al otro lado, no entres. Irrumpe, hermano querido, que el permiso va marcado en tu sonrisa que no se va. Que no te den un coro de ángeles, que te hagan calle de honor con guitarras eléctricas, bajos y batacas, porque el amor, que es más fuerte, se ha ganado ese tumulto feliz en tu alma llena de él y de todos nosotros. Hasta siempre amigo, ahora que sabes que el tiempo no se acaba y que la muerte, ese esperpento impresentable, no te puede contener. Me gustaría pedirte que te quedes, pero ya lo has hecho, te quedas en mi, te quedas en nosotros, te quedas en la mejor fotografía, en las canciones que seguiré cantando con vos y en el abrazo siempre sincero y con buena onda. En el último ensayo cantamos ..cuánta verdad hay en vivir, solamente ... el momento en que estás, si, el presente, el presente y nada más. Cuánta verdad, hermano. El presente y nada más. Que mi abrazo, como el aliento de la vida, nunca se termine.

domingo, 27 de septiembre de 2009

SOLO Y BAÑADO POR LA LUNA MAYA

La plaza del pueblo huele a flores y a tequila. El trino de las golondrinas es estridente. Las campanas del templo suenan a rebato y estremecen hasta los cables del alumbrado. Los rasgos mayas florecen tras los huipiles y las sonrisas milenarias, languidecen en otras caritas pintadas y tristes. Decido visitar el portal republicano del edificio que dice "Municipalidad de Huehuetenango". Una marimba tocada por ocho músicos, más el bajo y la batería alegran el paso de dos borrachines diminutos que me escudriñan de arriba a abajo, sin medirse. La luz es tibia y me anima a atravesar la plaza repleta de vida. Al otro lado, Pepe, el maestro de la escuela, de pie en la tarima y con micrófono en mano, anima a la gente a dejar vituallas o quetzales en cash para conseguir setenta quintales de alimentos para los dos mil quinientos niños de Malacatancito, que se mueren de hambre en el cinturón de sequía de Guatemala. Dice Pepe, que lleva 16 horas sin descansar, que ese cinturón no es de sequía, sino de miseria. Y de vergüenza, pienso yo, mientras contengo la respiración para dejar un billete en su mano. La muerte, terca y seca, se resiste a mudarse a otra parte, enamorada como está desde hace tanto, del corazón del mundo Maya. Su chillido me duele en los tímpanos, pero la marimba ha conjurado su espanto, al menos por hoy, en mi alma, enamorada como está desde hace tanto, del corazón del mundo Maya.

sábado, 26 de septiembre de 2009

DESVARÍO SOBRE UN DECOLAJE

Por fin se acerca la hora cero del viaje a Guatemala, y a medida que el reloj me acerca al 737 de Copa, me voy pareciendo cada vez menos al decidido e iconoclasta viajero que había decidido ser, porque una peste tropical de gripe común me ha pegado de lleno en la proa y ha convertido mi ánimo odiseico en un maremagnum de mocos, congestión y melancolía. Enfilo, con la poca dignidad que me dejan mi mejor camisa, aún limpia y los restos de perfume, todavía fragantes, hacia el asiento 21 D, en la esperanza casi teologal, de que las endorfinas y la distancia pudieran curarme el catarro. En la sala de preembarque del aeropuerto Mariscal Sucre de Quito, todos están actuando ya su happening - o al menos a mi me lo hace parecer así una fiebre tímida -para lucir cosmopolitas y jetsetters. Ya uno blande su iPhone, ya otro mece sus zapatos blancos y afilados (hey, pá, fuiste pachuco..) y un tercero -casi un pigmeo- grita en el móvil, una letanía triunfal sobre los setecientos mil mugrosos dólares que acaba de ganarse, y dá consejos políticos para que su interlocutor se los transmita "al pendejo de Zelaya". De modo que, voy acercándome a la Mosquito´s Coast, sin siquiera dejar el aeropuerto de enfrente de mi casa.

El 21 D, es por supuesto, un asiento intermedio en el lado del avión que lleva tres asientos y no dos. A mi derecha una brasilera pasada de kilos y reflectivamente blanca y solterona, grita algo en portugués a sus padres que han ocupado la fila delantera del lado opuesto. Noto que abre la boca exageradamente al hablar, y pienso que sus padres con gusto donarían la mitad de su patrimonio al ministerio "Pare de sufrir" para que la poco agraciada y ruidosa hija, efectivamente, parase de sufrir en brazos de algún pasajero solitario y rijoso. El paisaje de la izquierda no es en absoluto más alentador. A mi lado va sentado el "Elder" Rivera, zapatos negros, traje azul con más del 40% de poliéster, camisa blanca, corbata azul y el estigma acrílico negro con letras grabadas en dorado, que revela que mi vecino es miembro activo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. No solo miembro activo sino Elder. Si, Elder. Anciano. Ancianio dela Iglesia de ...blablablá..., que no pasa de los 21, y a juzgar por su delgada pero elástica y nada arrugada ancianidad -calculo rápidamente- debe alcanzar los 1.75 sobre el impecable y casi policial corte de pelo. Miro a la derecha, como suplicando auxilio y me encuentro con la brasilera, retorno desesperado mi cabeza a la izquierda y recibo la mirada condescendiente del "Elder" que me absuelve, seguro de su superioridad moral sobre mi. y mi arete de plata en mi pecaminosa y transgresora oreja izquierda, más bien su lóbulo. Entonces, manojo ya de nervios e inseguridad , saco mi teléfono caro, y oteo con las comisuras de los ojos -o con el rabillo de la boca, no lo recuerdo- a ambos engendros, convertidos tempranamente en el enemigo a vencer, aliados también con tempranura a mi gripe y mi poco heroico aspecto. Cargado ya, con un poco de seguridad socioeconómica en mi palma, empiezo a reenviar con frenesí los e mails que Diego, mi inmediato superior en la jerarquía de la junta de padres de familia del 1o. A - me ha reenviado diligente para tenerme al tanto de las cobranzas de cuotas, de las camisetas para la kermesse, y la decisión unánime de todas las madres, de elegir a Tinkerbell, como imagen icónica en nuestros pechos. Mis dedos se desplazan con soltura por las teclas y voy recuperando poco a poco la seguridad personal. Triunfo en mi batalla sobre la desesperanza al constatar que he reenviado 12 e mails en menos de cuatro minutos, y que la inspección de la sobrecargo me encuentra apoltronado, con el cinturón sujeto, el respaldo vertical y el equipo electrónico apagado y en el bolsillo. "Elder", quien no se ha enterado que libramos una guerra ideológica por el control de la fila 21, sufre las primeras bajas. En su beatífica certeza de hijo del señor y heredero de una parcela en la Salt Lake City de la eternidad, ha omitido presionar el botón que endereza la inclinación permisiva, moralmente condenable, del respaldo de su asiento sin decolar. Las sobrecargo se lo hace notar y yo, sin dejar de mirar al frente, como corresponde a alguien de mi respetable millaje, hago palidecer a la sonrisa más maligna de Jack Nicholson en el clímax de "The Shining", con mi más perversa, luciferina y sobrecogedora sonrisa de triunfo.
De la misma manera en que una batalla no es la guerra, ni una golondrina puede desarrollar un proyecto sostenible de verano, mi pírrico marcador contra las fuerzas del cinturón bíblico del señor in the yuesei empieza a tambalearse por un acontecimiento tan inesperado como dramático. Mi gripe, galopandpo ya en ancas del aire acondicionado del jet me ha arrancado un estornudo ciclónico, enorme, pantagruélico. Sobresalto a la nave, apenas despegada de Quito, con un estertor brutal que solo encuentra explicación, en la magnitud de la fuerza con que lo quise reprimir, con todo mi diafragma, con todo mi corazón, lo sabe Dios. Me abochorno, posmoderno, como se llenaría de sonrojo quien prendiese un Ducados, un Gitanes o un humilde Lark en medio de un estreno en Cinemark. Entiendo inmediatamente cuatro cosas:

- He generado el pánico en la fila 21
- He descendido con estrépito desde la clase media, hacia las filas de los desplazados de la Tierra
- Es muy tarde para que los aterrorizados pasajeros hagan volver al 737 a pista,
- He pasado a ser el talibán del avión

El amor en los tiempos del cólera, el horror en los tiempos de la cuchi gripe. Como me encuentro ralentizado por el acetaminofén, alcanzo a ver en fracciones de segundo, las reacciones vecinas, como en un slowdown de the matrix. El gordito quinceañero de adelante ha dejado de hacer chistes a su hermana adolescente y ambos contienen la respiración casi hasta la anoxia, y en el borde de la cianosis, mantienen aun la esperanza de que el virus se haya disipado cuando ya no puedan contener el aliento. Los brasileros y hastiados padres de la rolliza carioca regresan a verla con ojos de pánico, pensando en que "mejor solterona que muerta", y empiezan a buscarle asiento en otro lado, escrutando con avidos ojillos TV Globo. La sobrecargo se hace de la vista gorda y avanza con firmeza pero con disimulo hacia primera clase, cerrando la cortina con un aplomo que parece contener a los virus de un solo franelazo. Otros se preguntan si habré usado la mano o la parte interna y poilítaicamente correcta del codo para contener los 120 km. por hora de promedio, con que han salido rociados mis virus y buena cantidad de alveolos de mi propiedad. Con un solo movimiento de prestidigitadación , hago salir el resto de fluído nasal al pañuelo que previsivamente guardé en el bolsillo posteriora, además abro un doblez del pañuelo, expulso el moco remanente, presiono los dedos índice y gordo, los jaloneo hacia abajo, cierro el pañuelo y lo guardo perfectamente plegado en el bolsillo de la camisa previendo lo que presiento será una estornudadera a discreción . Todo ello en 27 milisegundos. Nada mal, pero sin embargo, todo ha sido en vano. Todo ser vivo dentro del fuselaje del Boeing ha identificado las coordenadas de la ground zero: el asiento 21D.

En una guerra, la primera víctima es la verdad. Aunque yo sé exactamente que es un catarro estacional, y que es mi tercer día de evolución, y que el flujo nasal es matemáticamente igual cada año, los demás no tienen porque saberlo, y en tiempos de las guerras preventivas y de las doctrinas Bush y Uribe, hay que adelantarse a los hechos y es mejor pensar -conatradiciendo los más elementales principios del derecho histórico- que cada estornudador es culpable hasta que no se demuestre lo contrario. En acciones prácticas, cuento las bajas y observo contento que la rubicunda brasilera se ha mudado tres filas adelante y del otro lado del pasillo. Esto me pone ante un nuevo escenario en el teatro de operaciones: puedo dejar de ser el estúpido pasajero del medio, ocupar el digno y sobrio asiento del pasillo y además, puedo alejarme del "Elder" Rivera y poner tierra de por medio, más bien tela de por medio, llegado el caso. Lo hago. Me suelto el cinturón, levanto el brazo del asiento, regreso a ver a mi contrincante y en medio de una sonrisa que finjo amigable y solvente le digo:

- ahora vamos a estar más cómodos-

Descubro, inquisitivo, intenso, escudriñador, que mi adversario, más que disuadirse por la brutalidad política y agnóstica de mi estornudo, ha entrado en un profundo conflicto entre la razón que no pide fuerza y la fe ciega del converso. Yo, conspiranoico de vocación, conocedor de los manuales de contrainteligencia de la CIA, de las técnicas de guerra psicológica y de 5a. generación, paso rapidamente del blitzkrieg mucoso, a la perversidad eficaz de la tortura de la mente. El "Elder"ha cometido a estas alturas varios errores garrafales. Ha dejado ver su escasa experiencia viajera y su visión ingenua de la vida, al sacar su cámara antes del despegue y tomar fotos del mismo, sin entender que el uso de aparatos electrónicos como reproductores de música, cámaras digitales, teléfonos celulares, videojuegos y otros, pueden interferir en los sistemas de navegación de la aeronave. Ha mostrado, luego del episodio, su mejor expresión de amor para las criaturas hermanadas en el señor, pero su hemisferio racional ha dejado escapar una, tan solo una gota de sudor sobre el labio superior. Veo, y gozo el espectáculo de la guerra sempiterna del Bien contra el Mal, hagan sus apuestas señores. Viene la azafata, reparte unos sánduches en pan integral que más llaman a la reflexión que al apetito. Elder pide Coca Cola, yo, mefistofélicamente solicito agua y acentúo malicioso:
- sin gas, por favor-
Entonces, comprendo que en el fragor de nuestra lucha, el fiel de la balanza , se ha inclinado a mi favor. Asi que decido hacerlo, en descampado, sin temor, inflamado el pecho por las mejores causas humanas -y por la gripe estacional-. Volteo la vista, sonrío, beatífico yo, hijo del Creador, hermanado con el Elder, yo leproso, sandor aquel y, seguro de la benevolencia de su magisterio, saco mi pañuelo, lo abro en un pliegue, lo extiendo, fijo la vista en el sol que se pone sobre el ala plata, ay con la frialdad de Rommel en el desierto, provoco otro estornudo, civilizado, convencional, calculado, un estornudo romántico se diría , más cercano al chasquido del Máuser que al bestial tronido del AK 47.

Elder, atenazado por el hambre, resiente el golpe bajo. Mira el bocadillo, tiembla, teme, duda. Sin dar un mordisco más ni pasar el ultimo sorbo, empaqueta las sobras, cierra la botellita personal con su tapa rosca, y se levanta, intentado no hacer notar que mi gesto brutal, pero gesto hermanado en el señor, al fin, de mi humanidad, lo ha incordiado. Sobrepasa tres filas más y está en la puerta del baño. Con aire casual, levanto mi muñeca y veo su reflejo en la luna de mi reloj. El golpe ha sido demoledor. El baño tiene la señal de ocupado y el labio superior del Elder se encuentra perlado por gotitas de sudor brillante que delatan su lucha interior. En mi retrovisor improvisado y astuto, he visto con pánico, que en la penúltima fila del jet no hay un solo asiento libre, ¡hay dos! Veo, agitado el pulso hasta el espanto, que el Elder sale caminando del baño, aplomado, pulcro, sonriente, y cuando estoy a punto de abandonar mi alma en una imploración, al verlo acercarse a uno de los asientos libres, suspiro al ver que se acerca otra vez, como se acerca el griego a su fatalidad, a la fila 21.

Respirando, trato de contener la vorágine de mis emociones encontradas. Ahora la pugna entre el bien y el mal ha entrado en mi campo de marte y el Elder luce fragante, limpio, sonriente y elevado y yo transpiro como un condenado escalando el cadalso hacia la muerte, y ya no respiro más que por la fosa nasal izquierda. Acuso el golpe. Camaleónico yo, mimético, me levanto casi por instinto y voy hacia el baño. Las miradas de todos, a quienes el protagonismo del Elder ha convertido en comparsas sin trascendencia, intentan clavarse en mi como cuchillos. Las esquivo, inmune en mi grandeza de batallador olímpico, ajeno a las nimiedades de pequeños aspirantes a enemigosa. Entro al pequeño baño, no sin antes intercambiar palabras con la azafata, sobre el tiempo restante para el aterrizaje en Tocúmen, Panamá. La azafata, segura en su banco abatible y en su experticia de voladora contumaz, me informa que en 5 minutos iniciamos el descenso. Hago del baño minúsculo y funcional, mi cuartel de invierno. Me repliego, lamo mis heridas, me lavo la cara con jabón líquido, desperdicio muchas toallas de papel, me sueno la naríz con vehemencia, me peino, y en signo de soberbia y sin sentido, me baño en gel antiséptico para hacérselo oler a ellos, a los otros., yo, el contagiado, el catarriento, el publicano.
Me aseguro de mostrar una impecabilidad estéticamente superior a la pudorosa y midwestern estética del monstruo, del Elder. Lo logro. Me siento a su lado, percibo su inseguridad y la exclamación de su espíritu, casi suena por los altavoces.
- señor, perdónalo porque no sabe lo que hace
Pero si sé lo que hago. I´m a a man of wealth and taste. Pleased to meet you, hope you guess my name. Las fuerzas están a la par, equilibradas, viéndose cara a cara en el campo de batalla, sin respirar, sin mover un músculo, pueblo de Irlanda. En el enemigo, un manto de serenidad parece haberse posado sobre sus nubarrones de crisis. La razón y la fe se compensan una a otra y me apuñala con una sonrisa sincera, que contiene la certeza de que no habrán más estornudos. Entonces lo entiendo. Acabo de hacer del baño mi cuartel de invierno, pero segundos antes, el Elder ha hecho su oratorio de aquél y ha establecido un pacto entre Dios y el hombre. Ha ofrecido la conservación de su virtud, de su castidad, no ya por uno, sino por dos, tres, cinco , diez años, a cambio de la inmunoresistencia al virus, a mi virus, que amenaza el futuro de su ministerio y de la humanidad toda.
Comprendiendo mi desventaja, resiento el golpe y empiezo a sanar, cómo decirlo de otro modo, milagrosamente. La congestión se ha ido, las dos fosas trabajan a todo vapor y el dolor de garganta es un triste pero lejano recuerdo. Los minutos pasan, me carcome la derrota. Pero mi mente no juega trucos baratos y relaciona con velocidad todo. Evoco mi mochila, el desorden de semanas, su abandono aparente en el compartimento de equipajes de mano. Un cigarrillo magullado, que no saqué en la mañana por el apuro, mi desodorante en spray, un poco de maskin´tape remanente de alguna obra, unos fósforos, estúpidamente obviados por el operador de los rayos x de la terminal, unas pastillas de Cert´s... Me levanto, vuelo hacia el baño, conciente de que en segundos ya no podré entrar por el inminente aterrizaje en Tocúmen, entro como el rayo, trabo el seguro, me paro en el aro del sanitario y pongo un pedazo de maskin´tape en el detector de humo, enciendo el cigarrillo y empiezo a meter el humo por la nariz, hasta que logro irritarla de nuevo, quito el maskin, acciono el desodorante para garantizarme impunidad, salgo con todas las evidencias a buen recaudo, fuerzo el diafragma y la garganta hasta casi desgarrarlos, me siento, meto la mano como casualmente al bolsillo de la chaqueta de gamuza café, y le tiendo el paquete aséptico y cerrado de Cert´s a mi némesis. El , conciente de mi pestilencia a gel antiséptico lo recibe de buen grado, lo abre morosamente, toma una pastilla entre sus dedos que trabajan por el reino de dios en este mundo y yo, ralentizado por el acetaminofén pero dolorosamente alerta, veo su mano dirigirse hacia su boca, la veo abriéndose, un hilillo de saliva diminuto entre sus incisivos y en el momento propicio y sin previa señal de alarma, estornudo sin escrúpulos, sin piedad y sin pañuelo, a 150 km. promedio esta vez, justo en el momento en que la boca alcanza el punto máximo de apertura y el azimuth adecuado. Entonces el monstruo, el Elder, mancillado de mi saliva acatarrada, prejuzgada, incomprendida, pero nunca porcina, se suelta el cinturón, se abalanza sobre mí que recibo entre carcajadas de gusto y la agonía del dolor, sus puñetazos en mi nariz, mentón, pómulos, ojos (dos) y sienes. Lo levantan de mi cuerpo adolorido pero feliz justo antes de que el avión en un par de saltos bruscos, termina de posarse en tierra panameña, panameña, panameña vida mía, yo quiero que tu me lleves, al tambor de la alegría.

Los oficiales se acercan, ya en tierra luego de que he sido atendido con excesiva y sensual amabilidad por una intimidante enfermera mulata y me preguntan amablemente si voy a poner cargos contra el agresor. Les digo, magnánimo yo, de mis cenizas levantado, que un par de dias de prisión preventiva serían suficientes, que pienso obviar las acusaciones discriminatorias de hijo de puta, comunista, ateo y degenerado, al fin y al cabo, el pánico a volar produce reacciones violentas en algunas personas, y quien sabe, hermano, un día de esos uno amanece con el pie izquierdo y puede hacer locuras también...

lunes, 14 de septiembre de 2009

RADIKAL POÉTIKA

Gato en callejón
in and out alley cat
la poétika ataca
cuando debe, cuando puede
saltando de las sombras,
bombardeando
falsos positivos
hasta dejar en astillas sus huesos
cambiando la piel y la ternura
por manchones de sangre marrón
y fotos en tiempo real
de cupidos y querubes apuñalados
deshechos en jirones de violencia,
cuatro agujas en la cabeza,
mi cabeza
cuatro pinchazos certeros
cuatro piedras
en la vuelta más recóndita
del intestino,
del colon,
del ventrículo que guarda la verdad

el amor y la muerte,
cadáveres sangrantes
la noche se pone,
ya viene el sol