...a la Revolución. Así se llamaba la confesión y acto de contricción del amor muerto que a través del célebre Daniel Cohn-Bendit, Danny El Rojo (ya saben, todos somos judíos alemanes, bla, bla , bla, bla) hacían los personajes más notables de la insurrección de mayo del ´68, entrevistados por aquel. Unos, contritos, habían vuelto al redil, otros publicaban libros de gastronomía, algunos más habían hallado refugio en el misticismo. Hubo alguno y muy señero, que se hizo banquero, en el desconsuelo de haberla besado y luego verla partir sin remedio.
Otros, seguramente, la esperarán a ella, a la Revolución, a quien tanto quisieron, sentados en su banco, en Quito, en La Paz, en Asunción o en Caracas, y le sonreirán como se sonríe a aquella Penélope que cantó Serrat, con los ojos llenitos de ayer (no era así su cara ni su piel), tu no eres quien yo espero. A ellos, les regalo este poema de Ángel González, que tomé en préstamo desde de Prosemas o menos
Pétalo a pétalo, memorizó la rosa.
Pensó tanto en la rosa,
la aspiró tantas veces en su ensueño,
que cuando vio una rosa
verdadera
le dijo
desdeñoso,
volviéndole la espalda:
-mentirosa.
Con afecto, con cariño, de parte de todos los que la queremos tanto y por eso la cultivamos. A la rosa. A la Revolución.